domingo, 29 de diciembre de 2013

Historia del Ramal San Fernando a Pichilemu, 1869-2007.



Juan Cornejo Acuña y Juan Cornejo Torrealba.
San Fernando, 2007.
194 páginas.  


Era el verano de 2008 cuando me encontraba viajando por el valle de Colchagua. Después de recorrer las localidades de Chimbarongo, Pumanque y Santa Cruz llegamos a la Plaza de San Fernando donde se celebraba la V versión de la “Feria de Antigüedades, Gastronomía y Artesanías” de la ciudad. Después de recorrer los distintos stands de comidas y artesanías llamó mi atención una exposición de fotografías antiguas de ferrocarriles  donde también se dejaba ver el libro que ahora vamos a reseñar. Bajo el toldo se encontraba a cargo Juan Cornejo Torrealba, con quién conversamos e intercambiamos opiniones sobre la historia local, previa venta de su libro: “La historia del ramal de San Fernando a Pichilemu”.

Este libro, escrito por padre e hijo, corresponde a un largo trabajo auto-gestionado de compilación documental y reflexión histórica.

Según leemos, el ferrocarril llega a la provincia de Colchagua en 1862 y desde 1868 se efectúan los primeros estudios para crear un ramal hacia la costa, el que es construido en tres etapas: desde el empalme a Palmilla (1869-1872), de Palmilla a Alcones (1889-1893) y desde este último punto hacia Pichilemu (1900-1926). De esta extraordinaria obra de ingeniería, que duró más de medio siglo, se muestran los aspectos técnicos y administrativos, presentando documentos y descripciones valiosas sobre este proceso, como los estudios preliminares de la vía férrea, las sesiones del Consejo Directivo, decretos, memorias y boletines.

Resulta interesante el acápite: “¿Perderemos nuestro patrimonio y tradición ferroviaria?” donde se destaca la tradición ferrocarrilera de Chile y la necesidad de recuperar el Ramal de San Fernando a Pichilemu, el que se comenzó a desmantelar a principios de los noventa. Los autores exponen el malestar de la ciudadanía frente a esta disposición. Es por esto que en 1993 el Estado reconoce el valor del ramal declarando como Monumentos Nacionales las estaciones de Placilla y de Colchagua, el Túnel El árbol y el “caballo de agua” de la Estación el Lingue.

Todo este esfuerzo por el rescate del ramal se ve en parte recompensado con la creación del Tren del Vino por Empresas Cardoen en conjunto con Empresa de Ferrocarriles del Estado el 2004.

En 2006, no obstante, se realiza el levantamiento de la línea desde Peralillo hasta Pichilemu, anulando cualquier posibilidad de ampliación de la línea hasta el balneario de Pichilemu.

Al final se incluye una amplia sección de “Anexos” donde destaca el “Prospecto de la línea férrea desde Peralillo KM 56 a Alcones KM 82.100”, parte donde se describe el estado detallado de la línea, y las “Biografías de las Estaciones del Ramal de San Fernando a Pichilemu”.   

Como observación cabe decir que la estructura del libro resulta algo desordenada, no se aprecian lógicas cronológicas claras ni una ilación narrativa que ligue los distintos segmentos. Creo que podría haberse organizado en dos partes. Por un lado, una que narre la historia de la formación del ferrocarril en sus aspectos técnicos y administrativos y su impacto económico y social en el valle de Colchagua. Por otro, realizar el rescate patrimonial del tren y los estudios para la recuperación del tramo hasta Pichilemu.   

No obstante lo anterior, este libro tiene muchos meritos. Pone de relieve la importancia del tren y documenta de manera rigurosa todo el estado de la vía, con fotografías incluidas. De esta manera, sí llegase a levantarse algún proyecto de recuperación patrimonial del ramal de San Fernando a Pichilemu, este debe ser uno de los primeros libros a consultar por la cantidad de valiosos documentos que conserva y los argumentos esgrimidos por los autores para la valoración del ferrocarril como patrimonio histórico del valle de Colchagua.

Cristian Urzúa Aburto.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Canto a la Pascua - Rosa Araneda




En estas vísperas les regalamos este Canto a la Navidad de la poetisa popular sanvicentana Rosa Araneda (1861-1894) que entremezcla lo humano y lo divino de esta festividad.   

¡Viva la Pascua, señores
Con toditos los paseantes!
Vivan los que son amantes
Gozando de sus amores!
¡Viva la Noche inmortal!
Cantando les digo yo.
¡Viva la hora en que nació
Nuestro Rey Universal!
¡Viva la corona real
Cubierta de blancas flores!
Alégrense los pastores,
Los que fueron donde el Niño,
Y digan por un cariño:
¡Viva la Pascua, señores!
¡Viva la preciosa estrella
Que anunció su nacimiento,
Brillosa en el firmamento
Con su claridad tan bella!

Pero si en estos instantes,
al brillar el claro día,
¡viva la paz y alegría
Con toditos los paseantes!

¡Viva el ponche y la cerveza,
El aguardiente y el vino,
Que me hacen perder el tino
Y me embroman la cabeza!
¡Viva, viva la viveza
Entre las clases tunantes!
Risueños y deleitantes
Palpitan los corazones,
Al son de los acordeones,
¡vivan los que son amantes!

¡Viva la Reina del cielo,
Emperatriz de la Gloria,
Que es inmortal en la historia
Y del triste su consuelo,
Echemos una viva al vuelo
Para buscar los albores
Por los campos y verdores,
En esas vastas campiñas
Paséense con las niñas
Gozando de sus amores!

Al fin, ¡viva la guitarra,
En manos de la cantora,
Viva la baya, señora,
Que es el juego de la parra!
Por ver si acaso me agarra
Me empino uno y otro vaso,
Cuando se me llega el caso
Me pongo gringo en hablar,
Para mi mayor pesar,
¡suelo hasta perder el paso!.

Extraído de: Salinas, Maximiliano, Canto a lo divino y religión del oprimido en Chile, Eds. Rehue, 1991, págs. 142-144.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Elecciones y propaganda política en la Provincia de Colchagua.



En la provincia de Colchagua, con la reforma electoral de 1874, por primera vez participó en las elecciones el mundo popular al excluirse el requisito de riqueza para poder votar. Esto produjo un interesante fenómeno: capitalistas, terratenientes, profesionales y comerciantes (que hasta entonces habían monopolizado el universo electoral) disminuyeron porcentualmente seis veces su participación a favor de campesinos, artesanos y obreros, es decir, el estrato popular tenía el potencial de determinar el resultado de las elecciones. Dado este fenómeno, el panorama de elecciones dio un giro copernicano. Los candidatos y sus partidos tuvieron que realizar una activa labor propagandística por medio de pasquines, giras y conferencias para ganarse a esta nueva masa electoral.
Una fracción, la más ilustrada del mundo popular, había luchado por largo tiempo por obtener este derecho, pero los terratenientes, reacios a ceder una gota de su poder ejercieron el cohecho y el fraude electoral, persiguiendo, encarcelando y violentando a los opositores, negándoles así su derecho a sufragio. A pesar de ello, frente a toda adversidad, estos hombres lucharon por ejercer su voto en libertad.   

 
           La expansión de los medios de comunicación -sobre todo la imprenta- dotó de un nuevo de instrumento a los partidos para influir en la consciencia y conducta de la nueva ciudadanía. La información/desinformación, la exposición de las virtudes del candidato o la denigración de los opositores son los mecanismos discursivos a los que apelan los grupos de poder para ganar la preferencia del público. El ferrocarril y el mejoramiento de los caminos produjeron una mayor movilidad espacial lo que le permitió a los políticos desplazarse por la región haciendo “giras” con su equipo de agentes y oradores profesionales.
A quienes no se encontraban supeditados a la autoridad como los profesionales, comerciantes, artesanos o gente distante a los centros de influencia política, se les aplicaba la presión, persuasión y propaganda. Por consiguiente, los recursos invertidos por los partidos en publicidad fueron cuantiosos y buscaban, de un lado u otro, influir en las decisiones del mundo popular. Esto se ejemplifica en que durante las vísperas de elecciones salían siempre pequeños periódicos de corta duración propiciando la propaganda política. Para las elecciones de diputados de 1876, la propaganda electoral se manifestaba en peregrinaciones en diversos puntos de la provincia colchagüina Un periódico de San Fernando sostenía que: “La emigración para las costas se está dejando sentir de una manera notable, y parece que esta vez, emigraron muchos emisarios políticos de todos los partidos independientes, con el fin de colocar en amarillos aprietos a la gente costina. Ya están haciendo las maletas algunos propagandistas, llevando en sus carteras los nombres de los ciudadanos costinos”.
Por su lado, los empleados municipales, los subdelegados, regidores y jueces hacían “campaña” a favor del gobierno influyendo sobre extensas masas de votantes desde sus puestos de autoridad. La prensa denunciaba esta situación sosteniendo el cómo estos sujetos actuaban como caudillos reuniendo al bajo pueblo para apoyar a sus candidatos y boicotear a los opositores. De esta manera, todo el aparato burocrático se ponía en marcha para favorecer sus intereses partidarios. Esto era conocido como la "maquinaria electoral".
      Hoy, el proceso de votación se encuentra mucho más resguardado permitiendo una mayor transparencia en el ejercicio del sufragio, de modo que cada ciudadano puede ejercer efectivamente su derecho sin preocupación a una represalia o fraude electoral.   
Cristian Urzúa Aburto

domingo, 8 de diciembre de 2013

Peumo: Historia de una Parroquia, 1662-1962.


Walter Hanisch Espindola
Editorial Universidad Católica
Santiago, 1963.
220 páginas.


Los jesuitas se convirtieron en grandes representantes de la historiografía colonial americana. En la Capitanía General de Chile, en efecto, se comenzó a bosquejar la idea de país a partir de las crónicas de Alonso de Ovalle y Juan Ignacio Molina. El jesuita e historiador Walter Hanisch puede considerarse un heredero de esta tradición. Un amplio corpus historiográfico y filosófico a su haber, reafirman esta aseveración.
Entre su producción intelectual cabe destacar una obra particular: “Peumo: Historia de una Parroquia, 1662-1962”, que es el libro que reseñaremos en esta ocasión.
Para Hanisch este trabajo resulta significativo en dos sentidos. En primer lugar, como ex párroco de Peumo, le es trascendental dejar testimonio de un área que bien conoce y hacia la cual guarda un cariño especial. Otra razón es que, como historiador, sabe identificar vetas de explotación documental, valorando el Archivo Parroquial de Peumo como un fondo riquísimo para realizar esa tarea.             
        Lo que escribe Hanisch es una monografía de una parroquia desde la presencia del evangelizador hispano  hasta el último párroco de Peumo. Ajeno a toda tendencia historiográfica centrada en las grandes estructuras, como se estilaba en aquel entonces, el autor desarrolla el tema de la vida cotidiana de una parroquia rural. Pero no se remite solo a eso: integra los procesos políticos y sociales en el marco de la historia nacional. Puede no creerse que esta sea una obra “objetiva”; muy por el contrario, el historiador presenta un alto grado de erudición, logrando un trabajo de gran calidad  que no es condescendiente con la institución desde la que escribe.
            La obra en sus primeros acápites nos inserta en la geografía del sector y su pasado prehispánico. Posteriormente vemos la reconfiguración del espacio jurídico a evangelizar, desde el siglo XVI hacia fines de la colonia, y su paso de misión, doctrina a parroquia, es decir, desde la conquista de las consciencias indígenas hacia la administración de una población mestiza ya catolizada. La mayor parte de la obra corresponde a una crónica de los sacerdotes que encabezaron la parroquia y los avatares que tuvieron que enfrentar. Hanisch se sumerge así en la biografía de los distintos sacerdotes y su labor en la administración parroquial. Podemos ver en esta historia el esfuerzo de los curas párrocos por evangelizar a la población, administrar los sacramentos y crear obras de adelanto material.
Muchos fueron los párrocos que dirigieron la parroquia de Peumo, pero Hanisch recuerda a uno en particular: el Dr. Don Antonio de Zúñiga, quién dirigió la parroquia durante 54 años (entre 1758 y 1812), destaca su celo evangelizador, el espíritu caritativo y el progreso material de sus feligreses. Zúñiga en esta extensa zona creó vice-parroquias (Santa Inés, San Francisco del Parral y Coltauco) y numerosas capillas, gestionó la venida de teniente-curas a cargo de estas, construyó la Casa de ejercicios y el beaterio de Peumo. Otra preocupación era el fomento de la educación. Hacia 1804 consta que “mantenía una escuela a su costa, pública y franca para todos” (p. 93).
Dentro de la carrera eclesiástica ser párroco de un área rural era un trabajo lleno de sacrificios. Las distancias a recorrer eran inmensas, tenían que realizar confesiones en lugares inverosímiles, desde Santa Inés hasta el Manzano. Del mismo modo la pobreza general de la parroquia no permitía realizar obras materiales tan necesarias para Peumo. A pesar de todos estos obstáculos hay que destacar la gestión educacional de los párrocos, quienes en ausencia del Estado se hicieron cargo de esa noble tarea.
Tenemos, pues, una obra erudita y muy bien documentada. Una de tantas, que le hicieron merecedor del Premio Nacional de Historia en 1994. Invitamos en consecuencia a revisar los escritos de Walter Hanisch y a repensar la historia local a partir de sus reflexiones.

Cristian Urzúa Aburto