lunes, 29 de septiembre de 2014

Investigación propone estudiar los orígenes de la cultura obrera en la ciudad de San Fernando



Un grupo de historiadores está iniciando una investigación sobre las condiciones sociales de la ciudad entre 1890 y 1930.

Obreros de la construcción, 1921.
El equipo de investigadores conformado por los historiadores de la U. de Chile, Cristian Urzúa y Abel Cortez, están iniciando un estudio sobre el origen de la cultura obrera y las condiciones sociales de la ciudad de San Fernando entre los años 1890 y 1930, con la idea de conocer las problemáticas de vida, así como las organizaciones sociales que los trabajadores fueron desarrollando. 

A este respecto, Cristian Urzúa, Responsable del Proyecto, señala que el inicio del siglo XX es vital para entender el desarrollo urbano y social de San Fernando: “El crecimiento industrial y urbano de la ciudad hacia fines del siglo XIX da forma a la sociedad local, con sus problemas sociales como con sus potencialidades organizativas del mundo popular. Es un proceso no analizado en la historiografía local y que queremos comenzar a develar, ya que cuando se habla de la “cuestión social”, como el conjunto de problemáticas del mundo popular en aquellos años, sólo se ha observado este proceso desde Santiago y con esta investigación queremos conocer cómo una ciudad de la Región de O’Higgins vivió este momento".

Por su parte, Abel Cortez recalcó que San Fernando tiene mucho que contar: “Hay gran cantidad de archivos y documentos sobre esta ciudad, por lo que todavía hay mucho que decir sobre este espacio de la histórica provincia de Colchagua. El proyecto es muy interesante y queremos poder continuar con el estudio con un enfoque moderno y desde una perspectiva interdisciplinaria”.

El proyecto ya tiene consolidado el diseño del estudio, y espera conseguir fuentes de financiamiento tanto para iniciar el proceso formal de análisis sistemático de las distintas fuentes históricas de la ciudad existente en el Archivo Nacional, como para la publicación de un libro que divulgue los resultados del estudio.

El Equipo de investigación conformado por Urzúa y Cortez ha desarrollado diversas investigaciones sobre la historia de espacios regionales tanto en Colchagua y otras regiones de país.  A su vez Urzúa realizó su tesis de pregrado y magíster en Colchagua en el siglo XIX, por lo que el proyecto cuenta con un gran soporte profesional y de conocimiento que espera ser un aporte a la comunidad sanfernandina y regional.

jueves, 11 de septiembre de 2014

El Golpe de Estado en la Sexta Región: Estudio Preliminar


Por: Cristian Urzúa Aburto
“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.” Jorge Luis Borges.


Mientras el 11 de septiembre de 1973 los militares asediaban la moneda, en las provincias se establecían operativos buscando desarticular a los opositores y cualquier posible foco de rebelión. La historia “del golpe” y la dictadura en provincias es una historia por hacerse, pareciese pues, que la amnesia se ha apoderado de la gente que por dolor, temor o censura reprime su memoria, provocando un desconocimiento de lo ocurrido a nivel regional. Este breve estudio pretende representar a grandes rasgos lo acontecido durante este periodo en la región de O’Higgins.

Una vez tomado el poder en la región por los militares y fuerzas de orden, se realizaron detenciones en masa entre 1973 y 1974. En efecto, uno de los primeros objetivos era detener a todas las autoridades nombradas por el gobierno de Allende como regidores, alcaldes, gobernadores y simpatizantes, quienes fueron trasladados a Rancagua y San Fernando, mientras que otros fueron enviados a Peumo, Marchigüe, Las Cabras, Pichidegua, Rengo y Santa Cruz. Los detenidos fueron torturados en los cuarteles militares, cárceles públicas o cuarteles de investigaciones que funcionaron como centros de retención transitorios o permanentes hasta 1990.

Carlos Lira, escritor y por entonces alcaide de la cárcel de Rancagua, señala en un artículo de El Rancahuaso, que en esa ciudad los militares y carabineros salieron a las calles en sus vehículos tomando rápidamente el control: botaron las antenas de las radios dejando solo en funcionamiento la Radio Agricultura y recorrieron las ciudades y los campos apresando a personas comprometidas con el gobierno de la Unidad Popular, por lo general militantes del partido comunista y socialista. Según Esteban Valenzuela, en otro artículo del mismo periódico, hubo quemazones de libros en el patio de Carrera Pinto del Instituto O’Higgins donde se incineraron textos de la editorial Quimantú, de la revista Cabro Chico a Hechos Mundiales.  

Muchos de los detenidos fueron conducidos vendados, permaneciendo así durante la investigación. Los Regimientos de Rancagua y San Fernando fueron donde se concentraron la mayor parte de los prisioneros políticos, así como las cárceles de estas mismas ciudades. La mayoría de los arrestos se realizaron en zonas rurales, llevándose a tenencias, retenes y, de ser el caso, a cuarteles de investigaciones de Rancagua, punto desde donde fueron trasladados a la Región Metropolitana entre 1974 y 1990 por la DINA y posteriormente la CNI.

En la Cárcel de San Fernando, se lee en el Informe Valech que: 

“De acuerdo con lo señalado por los declarantes, eran llevados a interrogatorios al Regimiento de Infantería Nº 19 Colchagua, donde eran torturados, y volvían a la cárcel, para quedar incomunicados en pequeñas celdas de castigo, sin luz. Sólo podían salir al baño dos veces al día; tenían una sola comida diaria. Durante la década de 1980, hubo prisioneros políticos que permanecieron amarrados, con los ojos vendados y engrillados, quedando de pie por largos períodos, completamente inmovilizados. No tenían ni alimento ni abrigo. En estas condiciones eran interrogados y torturados por civiles y/o carabineros, con autorización de Gendarmería. Posteriormente, algunos detenidos eran trasladados a recintos de detención de Santiago". 

En los allanamientos sacaban violentamente a los perseguidos destruyendo sus hogares, a veces en presencia de sus familias. En los centros de detención los presos políticos permanecían hacinados en grupos e incomunicados en pequeñas dependencias usadas como calabozos, casi sin alimentación, privados de sueño, sometidos a largos periodos de posturas forzadas en pisos húmedos, mientras permanecían amarrados y con los ojos vendados. Mujeres y hombres estaban incomunicados sufriendo torturas como métodos interrogatorios. Unos fueron detenidos y torturados, algunos asesinados, mientras que otros fueron obligados a exiliarse al extranjero por considerarlos “elementos peligrosos para la estabilidad del país”. 

Salvo pocas excepciones, los textos sobre la región omiten este episodio de la historia, contándonos una “historia feliz”, ausente de conflicto, lo cual, nos guste o no, es una seria omisión a la memoria. Las obras que abordan la memoria post 1970 construyen una crónica “aséptica” de lo acontecido en el periodo, sin poner al descubierto las tensiones ocurridas. No denunciar esta ignominia contra el ser humano contribuye a hacernos cómplice de los horrores que hemos descrito.