martes, 9 de abril de 2019

Raíces que nos unen

Melissa Bravo Jorquera
Licenciada en Historia
Licenciada en Educación
Prof. De Historia y Ciencias Sociales
UCSC

Pensar en la palabra lengua nos trae a la mente diversas percepciones de lo que ella implica, pues con ella no solo nos comunicamos, sino que más allá, ella nos otorga identidad, esencia y sobre todo pertenencia a un determinado entorno, conectándonos siempre con nuestras raíces.

Es por ello, que el 21 de febrero, con motivo del Día Internacional de la Lengua materna es que queremos resaltar y enarbolar la importancia y el compromiso que como ciudadanos y miembros de cada uno de los rincones de nuestro planeta tenemos con la preservación de nuestra diversidad lingüística. 

Fuente: Imagen de Rosemarie CC
Las lenguas indígenas poseen una gran riqueza y un gran valor ancestral, valor que debe ser rescatado, y sobre todo ser tomado como un factor de desarrollo, paz y reconciliación con nuestro pasado, por nuestro presente, y más aún, por las generaciones venideras, conformando una mirada basada en el empoderamiento cultural para un futuro ad portas hacia un desarrollo sostenible, es decir, que nuestras lenguas constituyan el eje clave de la herencia ancestral tanto en nosotros mismos como en aquellos que habitarán la tierra más adelante. 

De acuerdo con las cifras, se estima que el 43% de las 6.000 lenguas que existen en el mundo están en peligro de extinción. Cifras alarmantes ya que cada dos semanas desaparece una lengua que se lleva consigo todo un patrimonio cultural e intelectual. Por otro lado, a causa de los procesos de globalización, pesa sobre las lenguas una amenaza cada vez mayor de extinguirse, pues con su decadencia se pierde la riqueza de la diversidad cultural y con ella tradiciones, recuerdos, modalidades únicas de pensamiento y expresión. 

Por ello, el llamado es a la preservación, integración y sobre todo a la promoción del plurilingüismo, basado en la lengua materna, y a su incorporación en los sistemas educativos con la finalidad de transmitir y preservar desde la escuela a nuestras culturas tradicionales. Es lo que llamamos educación multilingüe. 

El compromiso hoy es cada vez mayor, ya que de acuerdo con la Declaración Universal de los DD. HH., otra arista se suma a esta lucha; la no discriminación por motivos de idioma. Es por esto que la brecha aún existe, y como sociedad debemos ocuparnos por rescatar y respetar  todo ese valor ancestral que se transmite a través de la lengua. Como menciona Carlos Aldunate, “la lengua es el aspecto más preciado de los pueblos porque representa su particular manera de conocer el mundo  natural, social y cosmológico”. La variedad lingúistica presente en nuestro territorio nacional permanece viva gracias a los hablantes que las mantienen y las transmiten, sin embargo, hoy, lamentamos la pérdida de numerosas lenguas y vocablos que el tiempo y desuso causado por la dominación extranjera las llevó a su fin. 

Quechua, Aymara, Kunza, Rapa Nui, Mapudungún, Selk´nam, son solo algunas lenguas de miles que hoy buscamos perpetuar y como dijo un grande, Nelson Mandela,  “… si le hablas a una persona en su propia lengua, las palabras irán a su corazón”. 

martes, 29 de enero de 2019

La Federación Obrera de Chile de San Fernando

Cristian Urzúa Aburto

La Federación Obrera de Chile (FOCh) tiene su origen en 1908 a partir de una demanda que los obreros ferroviarios realizaron a la Empresa de Ferrocarriles del Estado por una baja arbitraria del salario, constituyéndose como una sociedad de socorros mutuos el 18 de septiembre de 1909 con el nombre de Gran Federación Obrera de Chile. En 1917, con el fin de la Primera Guerra Mundial y el inicio de la Revolución rusa, la organización se robustece. En la Segunda Convención en septiembre de ese año, por influencia del Partido Obrero Socialista, abre su afiliación a todos los obreros del país convirtiéndose así en una central sindical de carácter nacional. 

Luis Emilio Recabarren y la Foch de Rancagua, 1921. Colección Museo Histórico Nacional.
La FOCh logró influencia en las provincias a través de giras y conferencias de sus personeros más destacados, como los diputados Luis Emilio Recabarren y Luis Víctor Cruz, dejando sentadas las bases para la fundación de las delegaciones provinciales. Desde 1918 la institución forma en San Fernando un “Sindicato Único” que articuló a las distintas organizaciones bajo una sola dirección, legitimándola como portavoz de los trabajadores de la provincia de Colchagua. La federación se ocupó de la defensa de los obreros ante sus patrones, organizó mítines y conferencias, se ocupó asimismo de realizar obras de beneficencia y de adelanto para la ciudad. El Consejo sanfernandino creó la Escuela Nocturna Manuel Rodríguez e instaló un Mausoleo social en el Cementerio Municipal.

Durante su trayectoria la FOCh sanfernandina ejerció una indudable labor sociopolítica que se proyectó a los rincones más recónditos de la provincia: coordinaba actos de protesta, fiscalizaba las políticas municipales y fomentaba la ilustración del pueblo. La institución agrupaba a los sujetos descontentos y los volcaba a la calle con una sola voz, concentrando a los obreros en el corazón de la ciudad y dirigiéndolos por sus calles principales, aunándolos en el Teatro Municipal, en torno al kiosko de la Plaza de Armas o la estatua de Manuel Rodríguez. Como una estrategia de representación de sus intereses, la FOCh se aventuró también en la política local logrando situar a sus personeros en cargos de representación municipal. 

La institución durante la Tercera Convención de 1919 cambia su nombre a Federación Obrera de Chile, adoptando la bandera roja como emblema; y tras la Convención Obrera de Rancagua de 1921, se adhiere a los postulados del bolchevismo internacional, radicalizando sus ideas y accionar político. De modo que mientras en la ciudad encabezaba movimientos de protesta y agitación política, en el campo, junto al Partido Obrero Socialista, llevó a cabo una activa campaña para sindicalizar a los inquilinos de la haciendas. Esto, desde luego, causó una fuerte oposición de los terratenientes y las autoridades, que se tradujo en una violenta reacción que los llevó a denigrar y perseguir a sus representantes. 

En suma, la FOCh san fernandina ejerció una activa labor sociopolítica, defendiendo, concientizando y organizando a los trabajadores de la provincia de Colchagua. Sin importar su gremio (ferroviarios, panaderos, tipografos, etc.), unificó y lideró el movimiento obrero provincial, procurando el bienestar de los trabajadores con actividades sociales, políticas y culturales. Sin embargo, tras su radicalización, influenciada por Recabarren y el Partido Comunista, la institución sufriría un fuerte golpe cuando el presidente Carlos Ibáñez del Campo declara la ilegalidad de las organizaciones obreras en 1927, reprimiendo fuertemente a sus dirigentes. Constituye este un antecedente de la Central Unitaria de Trabajadores de Chile (CUT), sucesora histórica de la FOCh y sus ideales de unidad obrera nacional.

jueves, 24 de enero de 2019

El Terremoto de Chillán de 1939. Una mirada desde el Departamento de Santa Cruz

Por Cristian Urzúa Aburto

El Terremoto de Chillán de 1939 es reconocido como el sismo que mayor cantidad de víctimas ha cobrado en la historia de Chile: cerca 24 mil personas fallecieron a causa de este movimiento telúrico, causando graves pérdidas materiales con más de 1.500 viviendas arrasadas. Inmediatamente se levantó una red de cooperación nacional e internacional, que impactada por la magnitud del desastre, se aprontó a enviar víveres, ropas, dinero y materiales de construcción para ayudar a los afectados. El terremoto no tuvo efectos directos en la provincia de Colchagua, sin embargo desde esta zona se enviaron recursos para apoyar a la reconstrucción de la ciudad y sus alrededores. 

Fotografía: Mercado de San Carlos de Chillán después del terremoto, 1939. Fuente: Memoriachilena.cl
El sismo ocurrió un martes 24 de enero a las 11:32 horas, con una magnitud estimada de 8,3 Ms (Magnitud de ondas superficiales). Su epicentro fue cercano a Quirihue, afectando la zona comprendida entre las ciudades de Talca y Concepción. De las características geológicas del territorio deriva la magnitud de la tragedia: una zona fluvioglaciar con gran inestabilidad de suelo unido a un movimiento “intraplaca” (sismo ocurrido al interior de la placa de Nazca y no en la interfaz de convergencia con la placa Sudamericana), determinó que su intensidad fuera mayor. Miles de personas quedaron damnificadas, sin los recursos básicos y acampando a la intemperie. Este hecho reestructuró material y culturalmente a la ciudad de Chillán, cuyo hito simbólico más representativo es la Cruz Monumental de su iglesia, que recuerda este triste episodio de la historia regional. 

La noticia del terremoto corrió con rapidez, de modo que de poco se fueron conociendo los detalles de la catástrofe. En el periódico El Independientede Santa Cruz, se mostraban sentidos discursos y reflexiones ante la catástrofe. Su primera reacción es de horror y amargura ante la magnitud de la tragedia, por lo que compelía a la población a dar muestras de “solidaridad” y “patriotismo” para mitigar tanta desgracia. Las erogaciones no se hicieron esperarde modo que sujetos y familias de distinta connotación social, desde inquilinos hasta familias adineradas, se aprestaron a dar su ayuda a los damnificados (El Independiente, 25 de enero de 1939). 

La Gobernación de Santa Cruz por su lado, solicitó “que deberán ponerse a la orden de esta Gobernación, antes de 24 horas, todos los camiones en servicio dentro del Departamento”, los que serán “enviados con personal puesto por sus dueños, a la Intendencia de Colchagua, de donde serán enviados al lugar en que sean más necesarios” (El Independiente, 11 de febrero de 1939). Se organizó un Comité Central y Comités Comunales para coordinar la recolección de cuotas en el departamento. Al respecto, el periódico El Cóndorsostenía que “Ante la dolorosa tragedia que enluta a nuestro país y que lleva la desolación y la miseria a muchos hogares, el Gobernador de Santa Cruz pide al pueblo a los comerciantes, a los dueños de boticas, a los agricultores y a todo el que sienta dentro de su corazón un sentimiento de solidaridad y amor patrio, que contribuya con su ayuda material, sea en dinero, sea en productos agrícolas, sea en medicamentos, sábanas etc., etc. a fin de mitigar, en parte, tanto dolor y tanta desgracia” (El Cóndor, 28 de enero de 1939). Una vez recolectados los aportes, sale la primera partida de ayuda hacia la zona afectada: “Ayer, a las seis de la madrugada, partieron hacia el Sur los primeros víveres que los habitantes de Santa Cruz, envían a sus hermanos doloridos. En esos diez camiones, que representan con sus maquinarias la potencia creadora del hombre, va también el indomable espíritu de lucha chileno” (El Cóndor, 4 de febrero de 1939). 

El Terremoto de Chillán aunque no tuvo efectos directos sobre la provincia de Colchagua, generó secuelas al afectar al sistema económico nacional y reasignar recursos fiscales a la zona dañada postergando proyectos agendados a nivel local. Influyó además en términos anímicos en la sociedad, aumentando la incertidumbre ante la naturaleza, cuya expresión es el despliegue de una intensa religiosidad (con misas y confesiones en masa). Finalmente, exhibe las habituales demostraciones de solidaridad de la comunidad local, cuyos sujetos, pese a sus carencias personales, deciden donar alimento, ajuar o dinero para ayudar a los damnificados y contribuir al proceso de reconstrucción.