martes, 11 de septiembre de 2018

De guerrillero a gobernador: Manuel Rodríguez en la provincia de Colchagua

Por Cristian Urzúa Aburto

Muchos son los personajes de la época de la independencia que han dejado su huella para la posteridad, pero pocos han legado un recuerdo tan hondo y sentido entre todos los chilenos como Manuel Rodríguez, el guerrillero. Este sentimiento es particularmente grande en la Provincia de Colchagua, escenario de muchas de sus correrías, hazañas que alcanzaron una categoría de legendarias y que hicieron de Rodríguez un santo secular. 


La leyenda comienza a gestarse durante la época de la Reconquista Española (1814-1817), cuando Rodríguez bajo las órdenes de José de San Martín comienza un trabajo de espionaje e insurrección armada contra la ocupación hispana. Para ello comienza a armar montoneras reclutando a famosos bandidos como José Miguel Neira. Se rodeó también de una serie de informantes entre el bajo pueblo, filtrando así los aposentos de las más altas autoridades españolas. 

Cuenta Ricardo Latcham en su “Vida de Manuel Rodríguez”, que estando el guerrillero en la casa de su amigo José Eulogio Célis, Juez de Subdelegación del sector de Rastrojos, los talaveras tocan la puerta sabiendo que el guerrillero rondaba por el lugar. En un golpe de astucia, Rodríguez se mete al cepo de castigo simulando un severo estado de ebriedad. Consultado Célis por el hombre en el cepo, responde: “Es un curao impenitente, señor, y además es un tenorio muy fregao, que no eja tranquila a ninguna de las chinas de la hacienda”. 

No es secreto que el guerrillero era un “Don Juan” de tomo y lomo, que gustaba de la vida festiva y enamorar a las muchachas con su labia prodigiosa. Uno de sus amores fue Francisca de Paula Segura, aristócrata señorita de Pumanque, cuyos amoríos con el guerrillero dejaron un niño en su vientre que nunca llegó a conocer. Este hijo fue Juan Esteban Rodríguez Segura, importante personalidad política del siglo XIX y abuelo del ex presidente Juan Esteban Montero Rodríguez. Algunos aseguran que Manuel se casó con Francisca y que sus restos descansan junto a ella en la iglesia de la Virgen del Rosario de Pumanque.

El doce de enero de 1817 una montonera de huasos se toma la villa de San Fernando. Nuevamente la astucia de Rodríguez fue determinante en la victoria. Según se cuenta, sus improvisados soldados simularon disponer de cañones envolviendo piedras en cueros tirados por jinetes, cuyo estruendo, junto a la voz de carga de los imaginarios artilleros, persuadió a los defensores de la villa a abandonar las armas. Después de la victoria de Chacabuco al mes siguiente, siguiendo las órdenes de San Martín, nuevamente Rodríguez cae sobre la villa con el fin de contener la retirada de los realistas al sur. 

Posteriormente Rodríguez asume como Gobernador de San Fernando, estableciendo fuertes contribuciones a los realistas y a sus simpatizantes, con quienes no tuvo piedad. Como señala Alejandro Chelén en el libro “El Guerrillero Manuel Rodríguez y su Hermano Carlos”, Rodríguez era de la idea de “que los godos vomiten cuanto tengan, y que a sus expensas de los males que ellos mismos nos han ocasionado”. La radicalidad de sus acciones y la enemistad entre carrerinos y o’higginistas determinarían su relevo del cargo, siendo trasladado a Santiago y luego a Tiltil, donde sabemos cómo terminó la historia.    

La leyenda y los hechos en torno al guerrillero se entremezclan de tal forma que es difícil tener un juicio objetivo en torno a su vida, lo cual incita las más fervientes discusiones. Sobre lo que no cabe duda, es que Rodríguez se ha convertido en un icono popular que ha servido de inspiración a la literatura, el cine y el folclor. En tierras colchagüinas su figura se recuerda con monumentos en su honor y una tradición oral que sigue reproduciendo sus extraordinarias aventuras.

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