domingo, 1 de febrero de 2015

Vacacionando ayer y hoy en la Región de O'Higgins


Por Cristian Urzúa Aburto

El concepto de vacaciones lo podemos definir como un desplazamiento temporal con fines de esparcimiento que surge en las sociedades industrializadas. Se encuentra asociado al surgimiento de la burguesía y las clases medias, cuya  prosperidad económica posibilitó tiempos de ocio. El turismo alcanza masividad cuando los obreros, en su lucha por mejores condiciones de trabajo, logran regular el trabajo a destajo, con el descanso dominical y vacaciones anuales. Así, por el constante ajetreo de la vida urbana, el deseo de escapar de la presión, evadir el estrés y relajarse se hizo cada vez más necesario.  

Como condición previa del desarrollo del turismo en Chile era necesario crear una estabilidad social y política durante el periodo republicano, asegurando los caminos de los bandidos que tan frecuentemente caían sobre los viajeros. Así mismo, era necesario el desarrollo de una infraestructura vial que permitiese rápidos desplazamiento de norte-sur y desde el valle a la costa.

Esto se logró con la construcción del ferrocarril al sur (que en 1862 llega a San Fernando) y el ramal de San Fernando a Pichilemu (que llega a la costa en 1926). Con la aparición de vehículos motorizados desde la década del 1920 (autos, camiones y buses), y la construcción de carreteras de alta velocidad a mediados del siglo XX aparecen las empresas del transporte que crearán una alta conectividad local.

Parque Ross en Pichilemu
En 1975 se funda Sernatur, que reconoce la actividad turística como un potenciador del desarrollo. Desde entonces, el turismo se convierte en una política pública que busca potenciar los recursos regionales con su desarrollo y promoción. Posteriormente, hacia la década de los ‘90, las vacaciones se mercantilizan, apareciendo la “empresa turística”, encargadas de sistematizar rutas y ofrecer convenientes “paquetes” para vacacionar, ahorrando costos de operación para comodidad del turista.

Desde temprano, podemos reconocer viajes de extranjeros hacia la región, aunque muchos de ellos tenían más bien un carácter político, militar, económico o científico. Sin embargo, desde mediados del siglo XIX tenemos noticia de que los habitantes de los valles centrales realizaban el tradicional “viaje a la costa” desde las capitales provinciales y los pueblos aledaños hacia los poblados de Bucalemu, Cahuil, Pichilemu o Matanzas. Las familias preparaban sus carretas, enyugaban los bueyes y partían rumbo hacia la costa a casa de familiares ("los costinos") o donde alguien pudiera alojarlos.

Con la aparición del ramal a Pichilemu estos viajes se hicieron más constantes. Los “turistas” llevaban pan amasado, huevos duros, fiambres y humitas; realizaban asados de carneros o cazuelas con su infaltable botella de vino, mientras entonaban cantos y se bailaba cueca. Desde la década de 1950, estos viajes fueron realizados en camiones particulares y luego en buses comerciales.

Es por esta razón que la costa, y en particular su balneario histórico, Pichilemu, se convirtió en una zona de veraneo por excelencia para los habitantes de la sexta región. Primero, de las clases altas, un centro aristocrático de importancia construido por la familia Ross; luego, de clase media y popular, atraídos por la belleza de sus rincones, el  “carrete nocturno” y sus playas aptas para deportes acuáticos, en especial el Surf en Punta de Lobos y Navidad.

Surfeando en Pichilemu
El otro lugar de importancia de la sexta región es la zona cordillerana, que ofrece múltiples opciones para los veraneantes. Montaña adentro encontramos las Termas de Cauquenes y las Termas del Flaco que desde tiempos remotos ofrecen sus aguas medicinales y baños de barro. En la cuenca del Cachapoal encontramos la Reserva Nacional Río de los Cipreses, donde podrá encontrar la vegetación, flora y fauna característica de la región de O’Higgins como el cóndor, el zorro culpeo y el guanaco. Agencias especializadas realizan viajes a Sewell, que es hoy patrimonio histórico de la humanidad. En la “ciudad de las escaleras” puede usted conocer las habitaciones de los empleados y trabajadores, su capilla, museo y cancha de bowling, entre otras atracciones.

Sewell
El río Cachapoal y Tinguiririca, con sus respectivos afluentes, esteros y arroyos, sirven, ayer y hoy, a las familias para solazarse en el frescor de sus aguas y para la práctica de la pesca. Tras la construcción del lago artificial de la hidroeléctrica Rapel se formó desde la década de los ‘80 un gran centro de deportes náuticos (velero, esquí acuático y pesca) y centros de camping que hasta el día de hoy sigue siendo un referente para el turismo local.


Como reconocida zona “huasa”, el “turismo rural” no podía estar ausente. De forma reciente se han implementado iniciativas que promueven la cultura y el folclor tradicional de los pueblos. Como centros artesanales emblemáticos permítasenos recomendar los pequeños pueblos de la región como Doñihue, la capital del tejido campesino, y Chimbarongo, por su industria artesanal del mimbre. El rodeo en distintas localidades continúa siendo el deporte local por excelencia. Estos pequeños poblados presentan ese encanto rural y tradicional del chile central donde podrá encontrar al típico huaso, escuchar tonadas campesinas o degustar una cazuela de autentica gallina de campo.

El carácter histórico de esta zona es en sí una forma de atractivo turístico que se puede observar en las ciudades de Rancagua, San Fernando, Santa Cruz, San Vicente de Tagua-Tagua o Pichilemu, que albergan una amplia gama de edificios históricos, monumentos y museos. Los museos que se pueden visitar en esta zona son el Museo Regional de Rancagua, El Museo del Cobre en Sewell, El Museo de Colchagua de Santa Cruz, El Museo de La Laguna de San Vicente de Tagua-Tagua y el Museo del Niño Rural de Ciruelos. Dentro de este concepto podemos agrupar también a las distintas haciendas o casas patronales que perviven en la región y que constituyen un legado cultural importante por su arquitectura y significado histórico. Casonas importantes que se pueden visitar en la región son la hacienda El Huique en Palmilla y la casa Patronal Lircunlauta en San Fernando.

Museo Lircunlauta
La gastronomía local no se ha quedado atrás. ya que con la conformación de distintas actividades se ha logrado promover los sabores tradicionales. Dondequiera que vaya usted encontrará esa “picada” local donde podrá degustar la comida tradicional chilena (cazuelas, asados, empanadas, humitas, etc., etc.) o visitar esas antiquísimas tabernas donde podrá tomarse desde un "pihuelo" hasta un “terremoto”. A lo largo del año se organizan distintas fiestas tradicionales (vendimia, trilla, chancho muerto o esquila) donde se expone lo más característico de cada pueblo. Y, para quienes tienen el bolsillo holgado, pueden recorrer las exclusivas rutas del vino de los valles de Cachapoal o Colchagua, degustando de los mejores vinos del mundo.

Así, la región de O‘Higgins ofrece la más variadas alternativas, al alcance de todos los gustos y bolsillos, para pasar el verano en los más bellos paisajes que ofrece esta singular geografía del valle central chileno.