viernes, 18 de septiembre de 2015

¿Qué celebramos cuando celebramos el 18 de septiembre?



Por Cristian Urzúa Aburto

Proclama y jura de la Independencia de Chile
La interrogación que titula esta nota, que bien puede ser de perogrullo, tiene una importancia radical para la comprensión de estos días de fiestas. Después de cerca de doscientos años de la gesta de la independencia de Chile celebramos como por inercia el "dieciocho", sin comprender muy bien su sentido. Dejemos afuera el ya conocido hecho de que tras la conmemoración de tres fechas: el 12 de febrero (jura de la independencia), 5 de abril (batalla de Maipú) y 18 de septiembre (formación de la primera junta de gobierno), quedó finalmente instituida esta última fecha como celebración oficial para disminuir así la gran cantidad de feriados que se repartían durante el año. Pero, más precisamente, en términos de significado ¿qué celebramos cuando celebramos estas "fiestas patrias"?

Para comprender esto es necesario trasladarse al contexto donde se produjeron los eventos. El tránsito desde la monarquía a la republica fue un escarpado proceso lleno de complejidades que fueron determinando en cada región de hispanoamérica el curso de los acontecimientos. Después de un largo proceso de colonialismo y configuración de las naciones, la toma de consciencia por parte de los "criollos" (los nacidos en tierras americanas) fue un aspecto decisivo en el despegue del proceso emancipador. La privación de acceso a los cargos públicos, el centralismo monárquico, las restricciones al comercio y otros abusos del absolutismo real generó un clima de descontento e indignación entre la comunidad criolla chilena. ¿Pero qué significaban para los criollos todas estas reformas? En una palabra: Libertad... libertad de autodeterminación, de consciencia, de comercio, etc., todas aquellas ideas que hicieron posible que Francia y EE.UU. se emanciparan. Ejemplos que seguirían las naciones latinoamericanas para generar su propio proceso emancipador. Una vez alcanzado este objetivo, cada república dispuso de la libertad de elegir su propia forma de gobernarse.

En un principio fue una gesta de una elite criolla, pero con el tiempo arrastraría a una parte importante del pueblo. Inquilinos, campesinos, artesanos y plebeyos dejaron el arado o el martillo, convirtiéndose en soldados del improvisado ejército nacional. Lucharon en distintos escenarios y asumieron diversos roles, uniéndose bajo un ideal a blancos, mestizos, negros y zambos. Tras las primeras iniciativas de radicalización del movimiento emancipador con las reformas de José Miguel Carrera, el gobierno hispano reaccionó violentamente, ganándose así el repudio de gran parte del pueblo: el anhelo de independencia se hizo entonces perentorio. Episodios representativos fueron el desastre de Rancagua, la represión de los Talaveras durante la Reconquista o la ejecución de los "mártires de Aconcagua" que afectaron transversalmente a amplios sectores de la sociedad. Entonces la palabra libertad hizo eco en ellos. Hubo, por otra parte, resistencia y oposición a los embargos patriotas, cambios de militancia ("vueltas de chaqueta"), oportunismo en el saqueo y el pillaje, deserciones masivas y bandolerismo rural que no se alineaba con ningún grupo.  

Quienes habían participado de la independencia recordarían este hecho con orgullo. Cada familia tenía a algún miembro o conocido que había participado en el proceso independentista y celebraban con alegría el "dieciocho", porque era parte de su experiencia vital. Las viudas tenían pensiones de gracia y los veteranos fueron venerados hasta sus últimos años. A otros no se les reconoció nada, y de ahí nace el dicho de "el pago de Chile". Las correrías de Rodríguez o el cruce del Ejercitó Libertador de Los Andes fueron historias y vivencias que se inmortalizaron en el valle central chileno recordándose hasta el día de hoy y celebrada por los lugareños. Este sentimiento nacional se consolidó con la Guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana (1837-1839) y la Guerra del Pacífico (1879-1884). Asimismo, el Estado aprovechó toda coyuntura promoviendo el sentimiento patrio con la construcción de héroes, monumentos y símbolos que, en conjunto con las experiencias y expresiones patrias propias del bajo pueblo, lo que llamaremos aquí patriotismo popular, fueron moldeando una idea de identidad nacional.

Como hemos visto el proceso no estuvo exento de complejidad y polémica, sabemos que no hubo consenso en la forma de gobierno y tempranamente ideas distintas de país chocarían entre sí. ¿Cuál sería la forma de gobierno? ¿Federalismo o centralismo? ¿Quienes tendrían derecho a voto y asumir los cargos de representación? ¿Qué estrategias de desarrollo económico? ¿Proteccionismo o Librecambismo? Así fue en esta primera época con las ideas de los hermanos Carrera, O'Higgins, Rodríguez o Freire. El resultado no había dejado a todos contentos. A mediados del  siglo XIX, los veteranos de la independencia se preguntaban: ¿dónde estaba la libertad prometida, dónde la felicidad y el progreso para los ciudadanos? (A propósito del "decenio" de Manuel Montt que habían vejado las garantías individuales, persiguiendo y desterrando a liberales y artesanos que querían por entonces derrocar su injusto gobierno). Pasadas algunas décadas el pueblo llano representado por artesanos, obreros, empleados y estudiantes querían expresar también su punto de vista y participar de la construcción nacional, dado que, a esas alturas, la oligarquía había fallado estrepitosamente en la conducción del país. Llegado el Centenario en 1910 la llamada "cuestión social" cubría con su miseria y expresiones de descontento todos los rincones del país.

Argentina dio la independencia a Chile y Chile lo mismo al Perú... El afán autorreferente y localista de Chile, no evidencia el hecho de que el proceso de emancipación fue de carácter multinacional. Los ejércitos de Simón Bolívar y San Martín deben mucho a la consolidación de la independencia en Chile y sin su referencia, no se puede comprender el sentido de esta historia. Sin la conformación de "El Ejército de Los Andes" a cargo de San Martín, Soler, las Heras, O'Higgins, Freire y otros, mitad chileno y mitad argentino, de huasos y gauchos, mestizos y "pardos" difícilmente se hubiese logrado la emancipación. Aún cuando las cruentas guerras entre los países sudamericanos hayan enterrado el sueño bolivariano, se debe tener presente este antecedente al pensar la independencia nacional, a menudo, ausente en la construcción del relato nacional que lo hace ver como una gesta esencialmente local. 

En términos territoriales y etnográficos, la celebración nos habla de una parte de la historia "nacional". Chile hacia 1810 se expandía desde el Río Loa hasta el estrecho de Magallanes; y llegaba al Atlántico por el este, entre Río Negro hasta el extremo sur. No había Antofagasta, ni Tarapacá; tampoco Isla de Pascua y la Araucanía se encontraba aún en dominio mapuche. Dejando fuera al territorio Argentino (que era una realidad cultural diferente), el "dieciocho" estrictamente celebra la cultura e historia del valle central chileno -con el huaso mestizo y campesino como símbolo nacional. Este meta-relato ha ido incluyendo con el tiempo expresiones de otras culturas como los mapuches y rapanuis, integrados estratégicamente a la comunidad nacional para consolidar su territorio. El avasallamiento y "coloniaje" del Estado sobre estos pueblos continua y han generado movimientos que plantean su emancipación.

Cabe señalar un punto de inflexión en la interpretación de la independencia que marca con fuego una división ideológica presente en nuestra época. El Golpe Militar (1973-1990) cambió para siempre la percepción de la institución castrense por una parte de la sociedad chilena. Con los hechos ocurridos en dictadura, para unos el ejército había dejado de ser "de todos los chilenos" convirtiéndose en un recuerdo asociado al dolor y la infamia. Según sus panegiristas, correspondería a una "segunda independencia", al decir de la época, al ingreso del "cáncer marxista" de la URSS y Cuba, ideología atea y destructiva que llevaría al caos al país. Una suerte de continuidad con el primer proceso independentista, aunque con un consenso más restringido. Desde entonces la visión del ejército se torno problemática. La aproximación de ambas fechas, 11 y 18 de septiembre, genera pues una contradicción nacional donde se conmemora y se celebra. Señal de esta contradicción es la Parada Militar el 19 de dicho mes, acto marcial a la vez admirado y cuestionado por distintos sectores de la sociedad.

De vuelta al presente: fondas, volantines, cueca, empanadas... para algunos pareciese que este día es solo celebración donde comer y beber a reventar es la consigna. Sin embargo, estas fechas están llenas de significado histórico que, con el correr de los años, ha acumulado nuevos relatos, generando una constante actualización interpretativa en la construcción republicana. Quizá sería relevante rescatar el ideal de los soldados que creyeron que luchar contra el colonialismo hispano en pos de mundo mejor, a riesgo de dejar la vida en el campo de batalla, era honorable, hermoso, trascendente... de que la lucha por la libertad frente a una autoridad opresiva o un gobierno injusto sería un legado excelso para las generaciones futuras, es decir, para nosotros. La historia no ha terminado... ¿cuánto hemos ganado o perdido en el camino recorrido? ¿cuánto queda aún por hacer de este país un lugar mejor? ¿Qué nuevos procesos y cambios políticos se avecinan? Estas y otras interrogantes el tiempo nos lo dirá.