sábado, 16 de diciembre de 2017

La Educación

"La falta de educación en las gentes del pueblo es el mayor inconvenientes para el desarrollo de la fraternidad social.
Groseros en su lenguaje, torpes en sus maneras, se ofenden mutuamente a cada instante, sin considerar el sufrimiento que cada uno experimenta cuando se siente contrariado en sus costumbres y modo de ser…
Atacar las creencias y convicciones ajenas, con suficiencia de «sabio» o autoridad de pontífice es una de las faltas más comunes de educación social.
A este respecto, debe tenerse siempre presente que, así como nosotros, los demás se creen también en lo cierto y en lo justo, y que por tanto solo podemos y debemos discutir actos y pensamientos ajenos, con benevolencia, sinceridad y justicia!...
Eso nos manda la cultura.

Escuela profesional de San Fernando, 1920.
La «educación» no consiste como creen casi todos, en aprender de memoria fórmulas añejas… clichés gastados, frases hechas y ademanes estudiados… No; la verdadera «educación» es el respeto profundo a todo humano ser, por humilde y pobre que sea: en la atención cariñosa para con todo el mundo, en cualesquiera circunstancia, y ocasión, buena o desgraciada!
Ser culto equivale a ser generoso, comedido, galante y cortés.
Pero no solo esto. Es necesario, además, no molestar nunca al vecino, al pariente, al amigo, ni la esposa ni a nadie.
Fumar en los tranvías, en el hogar cuando hay visitas o se está en casa ajena, obligando de este modo a fumar a los enfermos, a las señoras, a los niños y a las personas que no lo acostumbran, es una de las más graves faltas que puede cometer el hombre civilizado!…
Poco menos solamente, es la mala costumbre de «toser», «estornudar» o «sonarse» mui cerca o frente de otra persona, sobre todo si se está comiendo.
Acechar o andar espiando, escuchando lo que otros hacen o hablan, es un atentado contra el prójimo!
Igualmente es el andar haciendo suposiciones, descubriendo segundas intenciones, para dárselas de avisado, de vivo…
Y oir hablar mal de otro, sin defenderlo cuando es inocente, para después contárselo y propagar la intriga.
Interrumpir al que habla, cuando se conversa, para hacer o decir algo distinto de lo que se trata, o simplemente, para contradecirle…
Humillar con el lenguaje, la actitud o el desprecio, a los subalternos o la familia, es propio solamente de tiranos y torpes!
Maltratar a los animales, acusa una falta de sentimiento y de grandeza, muy fea en quién se estima a sí propio.
Mirar y tratar a las mujeres (aunque sean «prostitutas») como si fueran hembras irracionales, o «maquinas de placer», es un acto de barbarie, indigno de un hombre honrado y bueno!
Golpear y escarnecer a los infelices que roban o cometen algún delito, es rebajarse más aún: es hacerse criminal…
Insultar al débil, ensañarse en el vencido, «castigar» a la mujer, azotar a los hijos, provocar al contendiente son todos actos repugnantes y cobardes –¡quién quiera que los cometa!
Llenar de «humo» el cuarto del vecino, o «sitiarlo» de basuras, apestándolo de malos olores, es propio solo de gentes bajas y plebeyas…
Desprestigiar la mujer al marido o éste a aquella, o ambos a los hijos, o éstos a sus padres, es una falta de educación familiar, social y moral.
Rebajar el mérito real de los demás, o engrandecerse así propio acusa una alma mezquina  envidiosa…
Desalentar a otro en sus aspiraciones, sus proyectos o sus ideas –siendo buenas– es una maldad!
La educación verdadera, es aquella que nos pone en contacto íntimo con nuestros semejantes, haciéndonos amar de todos, sin distinción de sexo ni de clases…
Eduquémonos sinceramente a fin de crear en la Sociedad ese lazo de unión que unirá todas las almas en un solo amor, universal y eterno!". 

Nota publicada en el periódico "El Avance" de Rengo, 7 de mayo de 1906. 


jueves, 7 de diciembre de 2017

El desarrollo de la industrialización en San Fernando entre 1850 y 1930

Por Cristian Urzúa Aburto
Publicado en Tell Magazine, Noviembre 2007

Las primeras señales de industrialización en San Fernando se comienzan a avizorar a partir de la segunda mitad del siglo XIX con la instalación de fábricas mecanizadas que empleaban un creciente número de obreros. Por entonces la “comarca de ensueño”, antigua aldea rural donde predominaban las actividades agrarias,  artesanales y administrativas, transita hacia un modelo de urbe moderna e industrial, aunque con graves problemas sociales derivados como la marginalidad y pobreza.


En San Fernando existieron dos vertientes de industrialización: una proto-industrialización agraria entre 1850-1900 y una industrialización ligera entre 1900-1930, procesos que innovan respecto a las antiguas técnicas de producción reconfigurando el paisaje urbano y su estructura social.  

La primera vertiente es impulsada por hacendados y patrones progresistas que incentivan una reestructuración productiva, definida por la racionalización y tecnificación de las tradicionales faenas agrícolas (molinería, cueros, alimentos), la introducción de maquinaria pesada, motores a petróleo y del contrato de mano de obra asalariada de origen campesino. Según datos de la Sociedad de Fomento Fabril, el número de establecimientos industriales –desde talleres a grandes empresas– fundados antes de 1870 en San Fernando correspondió a 5, de 1880 a 1890 34, y de 1890 a 1895 54, sumando hacia fines del siglo XIX unos 104 establecimientos.

Una segunda etapa, encabezada por empresariado extranjero, se caracterizó por un aumento intensivo de las instalaciones, maquinaria y personal –llegando a tener más de cien obreros empleados–, generando complejos industriales orientados a la producción de alimentos y artículos de consumo.

Desde 1915 se instalan una serie de fábricas de diversa índole como la Fábrica Nacional de Amoblados de Mimbre, una industria de fideos de Juan Castellani y las fábricas de Calzado Roselló Hnos. y Víctor Cecereu. Hacia 1925 se instalan fábricas de tubos de cemento y baldosas para instalaciones higiénicas y alcantarillados, y una industria de leche condensada, quesos y mantequillas que enviaba sus productos a los mercados del centro del país. Para 1928 San Fernando contaban con una fábrica de tabacos, tres fábricas de calzado, dos curtidurías, fundiciones, maestranzas y molinos, entre otras industrias. Los iconos de la industria provincial lo constituyen la Fundición Mangelsdorff y la fábrica de Tabacos de San Fernando instalada por el español Fernando Rioja en 1921.

La industria contribuyó a transformar la ciudad de San Fernando con la construcción de conventillos, piezas y habitaciones habilitadas para el uso exclusivo de los trabajadores, conformando barrios típicamente obreros, que ampliaron la trama urbana de forma rápida causando graves problemas de salubridad e higiene. En las fábricas hubo condiciones precarias de trabajo, con bajos salarios y extensas jornadas laborales. El problema sobrepasó al gobierno municipal que no pudo dotar de servicios básicos a sus habitantes ni controlar tampoco el abuso de los patrones.

El mundo popular, consciente de estos problemas, se organizó en mutuales, sindicatos y federaciones, empleó la huelga y otras expresiones de protesta como una forma de presión, con el fin de obtener beneficios de sus empleadores, reacios por lo general a cualquier tipo de concesión. Por su lado, la comunidad local se organizó para poner atajo a la pobreza a través de la conformación de sociedades de beneficencia como la Gota de Leche, la Olla del Pobre o la Liga de Estudiantes Pobres.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Sewell, Patrimonio de la Humanidad


Por Cristian Urzúa Aburto
Publicado en Tell Magazine, Octubre 2017

El Campamento minero de Sewell es uno de los hitos patrimoniales más emblemáticos de la región de O`Higgins, ampliamente reconocido por la comunidad local como un espacio de gran valor social, histórico y arquitectónico, lo que le ha valido el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Sin embargo, para ostentar dicha categoría, los sitios postulados pasan por indagaciones donde su valor es ponderado. Por tanto, ¿qué aspectos son valorados?, ¿quiénes los determinan?, ¿cuáles son las responsabilidades respectos a estos sitios? y ¿qué ocultan estas valoraciones?


Ubicada a más de 2000 m.s.n.m., Sewell nació al alero de la explotación de la mina de cobre El Teniente por iniciativa del norteamericano William Braden en 1905, construyéndose el campamento minero donde cohabitarían chilenos y norteamericanos, quienes darían vida a una ciudadela que contenía todos los servicios necesarios para la existencia como habitaciones, escuela, comisaría, capilla y cine, entre otras instalaciones. Tras varias décadas de funcionamiento se determinó el despoblamiento del campamento, enviándose a sus trabajadores a la ciudad de Rancagua en la llamada “operación valle” desde 1966. Pese a ello, la memoria sewelina continúa aún vigente en sus ex trabajadores.

Sewell constituye uno de los dos sitios de patrimonio industrial con la categoría de Patrimonio Mundial en Chile, junto a las Salitreras de Humberstone y Santa Laura. En 1998 fue declarado como Zona Típica por el Consejo de Monumentos Nacionales y en el 2006 inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial, bajo el segundo criterio de Valor Universal Excepcional de la Unesco, como un “ejemplo excepcional del fenómeno de las company towns (ciudades industriales), establecidos en lugares remotos del mundo, a través de una fusión de trabajadores locales con recursos de naciones ya industrializadas, para extraer y procesar cobre de alta pureza”. La inclusión en la lista, indica el requerimiento de proteger y gestionar estos sitios manteniendo los criterios de autenticidad e integridad.

Desde fines de 1990, Codelco junto al gobierno de Chile inician el estudio para su declaratoria y la creación de los planes de manejo a fin de proteger y difundir su patrimonio. Para ello se erigió la Fundación Sewell, encargada de resguardar su valor, conservar su infraestructura y divulgar su patrimonio con la construcción del Gran Museo de la Minería del Cobre en el 2010 y la organización de visitas mediante operadores turísticos autorizados.

Pese a lo anterior, la declaratoria ofrece una interpretación parcial respecto a la historia de Sewell, pues se centra casi exclusivamente en los aspectos arquitectónicos y económicos, mientras que hay valores sociales relegados a segundo plano que desvirtúan los criterios de autenticidad. No se da cuenta de los procesos de proletarización campesina en el valle del Cachapoal, de los estrictos controles socioculturales respecto a su población, los accidentes de trabajo (más allá de la “tragedia del humo”), la conformación de su sindicato industrial y el protagonismo de sus trabajadores en las luchas sociales, aspectos históricos que convierten a Sewell en uno de los focos de movilización popular más importante del país, junto a los obreros del salitre o el carbón.

En cambio, su valor se ha enfocado en la ocupación y operación del capital norteamericano en el mineral del cobre, que a la postre ha invisibilizado un pasado complejo, heroico y trágico, de luchas por el mejoramiento de las condiciones de vida de sus trabajadores. Una suma de ambas miradas, la patronal y la obrera, puede enriquecer enormemente el significado y valor de la “Ciudad de las escaleras”. 

jueves, 1 de junio de 2017

Carrilanos en las tierras de Colchagua

Por Cristian Urzúa Aburto
Publicado en Tell Magazine, Edición de abril de 2017


La construcción del ferrocarril en Chile desde mediados del siglo XIX, reestructuró profundamente el espacio rural y urbano con la creación de una imponente y variada infraestructura, que desencadenó una intensa conectividad territorial, la dinamización de todas las áreas de la economía y un importante cambio cultural. Este progreso, enmarcado en el creciente proceso industrializador del país, sólo pudo ser posible por el trabajo de cientos de hombres que removieron toneladas de tierra, instalaron miles de kilómetros lineales de rieles y perforaron robustas montañas a lo largo y ancho de todo el país. Los responsables de ello fueron los carrilanos.

La constitución de la red ferroviaria de Colchagua se inicia en 1856, cuando se edifica la línea del ferrocarril longitudinal sur desde Rancagua a San Fernando en 1862, llegando a Curicó en 1868. Más tarde se construyeron los ramales de Pelequén a Las Cabras entre 1888 y 1893 y el de San Fernando a Pichilemu entre 1900 y 1926. Para construir las vías y estaciones, los ingenieros necesitaron una ingente cantidad de mano de obra local para trabajos que requerían una gran fuerza física, tesón e inteligencia, para enfrentar así los requerimientos arquitectónicos del trazado de “la línea”. Para perjuicio de los hacendados, el ferrocarril les quitaba importante mano de obra, especialmente en la época de cosechas y siembras.

El carrilano fue reclutado entre los peones agrícolas que deambulaban por el valle colchagüino atraídos por la buena paga y las condiciones más libres de trabajo. Su labor consistió en nivelar la tierra, instalar rieles y durmientes, así como construir puentes o túneles, obras que exigían un gran vigor y resistencia física. Los carrilanos instalaron campamentos móviles que se desplazaban a medida que avanzaba el trazado ferroviario, a manera de los gitanos, donde fuera de descansar y hacer su vida cotidiana, realizaban grandes fiestas para el malestar de los patrones. Asimismo, creó una subcultura caracterizada por la marginalidad, y fue tal su nombradía como un sujeto turbulento, que la poesía y la música popular lo definió como un sujeto vivaz, pendenciero, amigo del juego y el alcohol.

Las faenas del ferrocarril aunaron una gran cantidad de trabajadores –de doscientos a mil peones–, los que se volvían en ocasiones incontrolables para sus administradores y capataces. Ocurrían a veces grandes alzamientos por injusticias y atraso en el pago de los salarios, situación que los llevaba a paralizar la faena como una medida de presión. Pero las más de las veces esta protestas derivaban de su carácter rebelde e insubordinado. En 1865, por ejemplo, en el tramo de San Fernando a Curicó, se amotinaron doscientos peones causando desórdenes de todo tipo, asaltando chacras y fundos. Por situaciones como esta, como medida precautoria, en varias ocasiones la autoridad local enviaba a la policía o el ejército para vigilar a los peones con el fin de garantizar el normal funcionamiento de las faenas.

Así y todo, los carrilanos cumplieron y construyeron una impresionante red ferroviaria que unía a la zona de Colchagua con el norte y el sur, y a las ciudades provinciales con la costa. De ello perviven obras tan relevante como el Túnel El Árbol del ramal de San Fernando a Pichilemu construido en 1909, con una longitud de 1.960 metros, declarado Monumento Nacional. Es por eso que, además de reconocer el patrimonio ferroviario representado por locomotoras y estaciones, es necesario destacar el factor humano que incidió en la construcción y operación del ferrocarril. El ingeniero Henri Meiggs, quién construyera el ferrocarril al sur desde Maipo a San Fernando, destaca que la laboriosidad del obrero ferroviario estaba condicionada por el trato de los patrones, diciendo que: ”Hay tres cosas que el peón chileno necesita para volverse el mejor trabajador del mundo: justicia, porotos y paga”.