"La falta de educación en las gentes del pueblo es el
mayor inconvenientes para el desarrollo de la fraternidad social.
Groseros en su lenguaje, torpes en sus maneras, se
ofenden mutuamente a cada instante, sin considerar el sufrimiento que cada uno
experimenta cuando se siente contrariado en sus costumbres y modo de ser…
Atacar las creencias y convicciones ajenas, con
suficiencia de «sabio» o autoridad de pontífice es una de las faltas más
comunes de educación social.
A este respecto, debe tenerse siempre presente que, así
como nosotros, los demás se creen también en lo cierto y en lo justo, y que por
tanto solo podemos y debemos discutir actos y pensamientos ajenos, con
benevolencia, sinceridad y justicia!...
Eso nos manda la cultura.
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Escuela profesional de San Fernando, 1920. |
La «educación» no consiste como creen casi todos, en
aprender de memoria fórmulas añejas… clichés gastados, frases hechas y ademanes
estudiados… No; la verdadera «educación» es el respeto profundo a todo humano
ser, por humilde y pobre que sea: en la atención cariñosa para con todo el mundo,
en cualesquiera circunstancia, y ocasión, buena o desgraciada!
Ser culto equivale a ser generoso, comedido, galante y
cortés.
Pero no solo esto. Es necesario, además, no molestar
nunca al vecino, al pariente, al amigo, ni la esposa ni a nadie.
Fumar en los tranvías, en el hogar cuando hay visitas
o se está en casa ajena, obligando de este modo a fumar a los enfermos, a las
señoras, a los niños y a las personas que no lo acostumbran, es una de las más
graves faltas que puede cometer el hombre civilizado!…
Poco menos solamente, es la mala costumbre de «toser»,
«estornudar» o «sonarse» mui cerca o frente de otra persona, sobre todo si se
está comiendo.
Acechar o andar espiando, escuchando lo que otros
hacen o hablan, es un atentado contra el prójimo!
Igualmente es el andar haciendo suposiciones,
descubriendo segundas intenciones, para dárselas de avisado, de vivo…
Y oir hablar mal de otro, sin defenderlo cuando es
inocente, para después contárselo y propagar la intriga.
Interrumpir al que habla, cuando se conversa, para
hacer o decir algo distinto de lo que se trata, o simplemente, para
contradecirle…
Humillar con el lenguaje, la actitud o el desprecio, a
los subalternos o la familia, es propio solamente de tiranos y torpes!
Maltratar a los animales, acusa una falta de
sentimiento y de grandeza, muy fea en quién se estima a sí propio.
Mirar y tratar a las mujeres (aunque sean
«prostitutas») como si fueran hembras irracionales, o «maquinas de placer», es
un acto de barbarie, indigno de un hombre honrado y bueno!
Golpear y escarnecer a los infelices que roban o
cometen algún delito, es rebajarse más aún: es hacerse criminal…
Insultar al débil, ensañarse en el vencido, «castigar»
a la mujer, azotar a los hijos, provocar al contendiente son todos actos repugnantes
y cobardes –¡quién quiera que los cometa!
Llenar de «humo» el cuarto del vecino, o «sitiarlo» de
basuras, apestándolo de malos olores, es propio solo de gentes bajas y
plebeyas…
Desprestigiar la mujer al marido o éste a aquella, o
ambos a los hijos, o éstos a sus padres, es una falta de educación familiar,
social y moral.
Rebajar el mérito real de los demás, o engrandecerse
así propio acusa una alma mezquina
envidiosa…
Desalentar a otro en sus aspiraciones, sus proyectos o
sus ideas –siendo buenas– es una maldad!
La educación verdadera, es aquella que nos pone en
contacto íntimo con nuestros semejantes, haciéndonos amar de todos, sin
distinción de sexo ni de clases…
Eduquémonos sinceramente a fin de crear en la Sociedad
ese lazo de unión que unirá todas las almas en un solo amor, universal y
eterno!".
Nota publicada en el periódico "El Avance" de Rengo, 7 de mayo de 1906.
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