sábado, 27 de diciembre de 2014

La Revista Gulutren de Peumo



Por Cristian Urzúa Aburto.


Acostumbro ir de vez en cuando a la feria Persa Biobío en Santiago a buscar antigüedades de interés histórico y patrimonial. En sus galpones los anticuarios guardan en polvorientos y viejos cajones: periódicos, revistas y libros, entre otros objetos. En una de mis andanzas encontré en medio de un lote de libros y revistas una publicación que llamó mi atención. Era una frágil y vieja revista con el nombre GULUTREN (1) de PEUMO correspondiente a 1951. Al voltear sus páginas noté textos y fotografías importantes para la historia local, por lo que no dude en darle al vendedor los mil pesos que pedía por el raro ejemplar.

Portada de Gulutren

Según se lee al interior, la revista fue editada por la rama de extensión cultural del Club Deportivo “Peumo” fundado el 12 de octubre de 1927. La revista corresponde al número 8 del 12 de octubre de 1951 y cuenta con 64 páginas. En la primera plana la editorial indicaba los ideales que guiaban a la revista:

“Aquí queda consolidada, para la historia local, el aporte personal de cada miembro del “Peumo”, pequeño o grande traducido en esfuerzo, en disciplina deportiva, en acatamiento a los acuerdos tomados democráticamente, en desempeño de comisiones, en el óbolo mensual o extraordinario, y muy en especial en la asimilación de los ideales que sustenta el C.D. Peumo, y los cuales nos subordinamos en todos nuestros actos.“Gulutrén” es la expresión cultural del C.D. “Peumo”. Es el fruto digno de una digna acción colectiva. “Gulutrén” nos pertenece a todos. “Gulutrén es de Peumo”.”   

Al parecer este órgano representó durante un tiempo la vida cultural y deportiva de Peumo. Para el interesado en el pasado, este documento representa además la vida cotidiana de la localidad y sus alrededores, así como los aspectos económicos y  políticos, no solo de Peumo, sino también de San Vicente de Tagua-Tagua, Las Cabras, El Carmen, Larmahue y Auquinco.

Crónica Deportiva
Al ojear la revista nos encontramos con la crónica local. Hay, a modo de ejemplo, una descripción del hospital de San Vicente y la ausencia de un área de pediatría, un reportaje al rodeo de Las Cabras y una crítica a la peregrinación a Santa Rosa de Pelequén, entre otros temas. Posee además un montón de avisos económicos que auspiciaban la revista, fotografías de personalidades locales y, como toda revista, una sección de humor. Como órgano “esportivo” –al decir de antaño–  abundan artículos sobre el campeonato regional de futbol y las actividades de los miembros de C.D Peumo, además de referencias a otros deportes como el básquetbol o el ping-pong.

Entrevista a la Regidora Otilia Zamorano
Al momento de navegar en la web buscando información sobre esta revista, pude observar que no se encuentran ejemplares en la Biblioteca Nacional y no existen referencias en ningún otro lado. En conclusión, nos encontramos aquí con un fragmento de una colección de por lo menos 8 revistas que dan cuenta de la historia de Peumo a mediados del siglo pasado. Dejo constancia de la existencia de esta revista esperando que alguien, de poseer  algunos ejemplares, pueda contribuir a esta página con la difusión y digitalización de dicha revista.  


(1) Gulutren es el cerro a cuyos pies descasa el poblado de Peumo.






domingo, 16 de noviembre de 2014

El despertar sexual de las adolescentes campesinas



Las primeras miradas, el primer sentir...
“No entiendo lo que pasa, pero me sentía mal”. Otra: “desde que se enfermó, a los 11 años, empezó a tener problemas sola. Se sentía después muy mal”. “Recuerdo bien como a los doce años, empecé a sentir cosas. Me daba miedo”.
          
“Me empezaron a gustar los chiquillos. A veces los saludaba y después no, porque no sabía lo que me pasaba. Me daba como vergüenza”.

Hasta aquí, no se puede hablar de una influencia desfavorable del ambiente, son simplemente manifestaciones de un despertar normal. No se puede asegurar lo mismo de las siguientes:

-N. N., tenía 11 años cuando se dio cuenta de las relaciones entre sus padres. Se fijó porque “las chiquillas le decían en la Escuela”. Como a los 10 años más o menos se masturbaba. Después, cuando sentía a sus padres fue mucho más.

-N. N., se enteró de todo como a los 15 años, pero desde chicos veían cuando el papá “llegaba curado, insultaba a la mamá, le pegaba y la obligaba a hacer lo que él quería”. Ellos lo veían todo. No les gustaba, no podían dormir. Ella y su hermana debido a esto sacaron su cama afuera, a un corredor.

-N.N., desde muy chica se dio cuenta de las relaciones entre sus padres. Otra niña le contó lo que hacía con sus hermanos y sola. N. N lo hacía también, sobre todo cuando oía a sus padres. Tenía nueve años cuando fue violada, una vez que fue a dejar el almuerzo a su padre al potrero.

-N. N., más o menos a los 8 años aprendió de una niña en la Escuela, “a hacer cosas malas”. Esa niña hacia cosas malas con otras niñas y también sola. Desde entonces ella lo hace también, siempre en la noche, “sobre todo cuando siente a los papás”.

Las condiciones de vida de muchas familias campesinas en lo material (vivienda, escases de dormitorios, etc.) y la falta de cultura están deformando, más bien que formando al adolescente.

No se puede generalizar porque de hecho en todos los casos no sucede lo mismo, pero un gran porcentaje de las encuestadas viven en la misma pieza que sus padres; unas porque existe en la casa un solo dormitorio; otras, porque con el ánimo de cuidar a las niñas, las hacen dormir con ellos.

Su actitud frente a lo sexual: Es de temor. Ante sus reacciones, una niña que en este sentido, no ha tenido problemas, que ha vivido en un ambiente familiar normal, decía: “yo  me preocupaba mucho, me daba tanto temor que se pudieran dar cuenta los demás de lo que me pasaba”. Después, cuando fue a una Jornada de Formación que organizó la Parroquia, vi que era una lesera que me asustara, porque en toda la gente es más o menos lo mismo, y no era malo”.

“Después que enfermé, empecé a sentir cosas y sentir miedo de que lo supieran”. Esta misma reacción veíamos ante el simple hecho de la menstruación, temor, vergüenza de las encuestadas por el desconocimiento de un hecho normal.  

Sus conflictos interiores e inhibiciones. Muchas de nuestras adolescentes campesinas dicen que el despertar sexual pasa a ser un conflicto, ya que por una parte el ambiente la enfrenta bruscamente a la vida en todos sus aspectos y por otra parte este mismo ambiente mantiene una actitud de reserva y censura sobre aquello que la inquieta. “Cuando tengo problemas no se los cuento a nadie, en mi casa no son cariñosos”.

El trato duro que muchas veces reciben despierta en ellas resentimiento y amargura, lo que constituye un problema en sí difícil de superar: “Mis problemas a veces se los cuento a mis hermanas, otras veces no”. “Estoy muy aburrida porque tengo un hermano muy exigente y delicado. No quiere ni que salga a la puerta y si no está todo listo cuando él quiere, nos reta y nos pega”.     

“Muchas veces quiero preguntar cosas en la casa, pero ellos no entienden y se enojan. A una hermana hasta antes de casarse le pegaron, porque no la dejaban pololear…”

“Tengo algo de confianza para pedirle alguna cosa al hermano. Los otros me pegan por cualquier cosa. Cuando quedé esperando un niño, no se lo dije a nadie. Tenía ocho meses cuando la mamá se dio cuenta” (es madre soltera, tenía entonces 17 años). “La mamá nunca me pregunta nada. Me prohíbe salir a todas partes, estoy pololeando a escondidas”.

“En mi casa no hallo que me quieren; los dos son iguales (se expresa con mucha amargura), estoy contenta con el niño” (es madre soltera). Tenía 18 años, cuando se dieron cuenta que estaba embarazada, la trataron muy mal y ella se fue de la casa y se empleó. En ninguna parte la querían recibir con el niño; por fin se empleó en una casa con un salario bajo.

La niña actúa y asume actitudes llevada por el ambiente porque todavía no ha llegado a formarse un criterio personal frente a la vida. Así vive improvisando una conducta ante la necesidad del momento.

Otras preocupaciones que la inhiben y le crean complejo. A la niña desde chica le preocupa la ropa por una natural coquetería. En la pubertad el deseo de parecer bien le aumenta y el vestuario llega a constituir para muchas una fuente de sufrimiento.

“Cuando iba a la Escuela y veía a las chiquillas que iban mejor vestidas, quería tener más ropa para andar más limpia. Me da vergüenza salir con la ropa que tengo”.

Fragmento extraído de: Laura Collantes A., “La adolescente campesina”. En Cuaderno Número 1 de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Valparaíso, Julio de 1966, Santiago de Chile.

sábado, 1 de noviembre de 2014

El colchagüino Heriberto Rojas: el primer boxeador chileno.


“Por esos años, y hablamos ya de 1905, apareció en la capital un fuerte muchacho sureño, que venía de Colchagua. Llegaba para ingresar a la policía de Santiago, y allí lo encontró ese entusiasta del boxeo que fue Amadeo Pelegrini. Heriberto Rojas que así se llamaba el mozo, fue el primer boxeador chileno y el pionero de este viril deporte. A pedido de Pelegrini, Rojas empezó a recibir lecciones de Juan Budinich, y el “gringo”  que entendía de esas cosas, pues había visto combatir a Corbett y a las grandes estrellas, supo inculcar en el colchagüino lo suficiente para hacerlo el pugilista más popular de hace medio siglo. 

Rojas fue un púgil muy valiente. Pero además de esto era rápido y pegaba duro. Muchos fueron los combates que ganó y muchos también los espectáculos emocionantes que brindó en los rings levantados junto a el cerro Santa Lucía y en la Pila del Ganso. Como dijimos, fue el precursor y el hombre que entusiasmó a los aficionados del pasado. Ante su valor, nunca desmentido, en más de un combate volaron los bastones y coleros de los espectadores del ring side. Rojas, a parte de los muchos encuentros en los que participó, tiene dos records bien difíciles de igualar: fue vencedor en el combate más corto realizado entre nosotros entre pesos pesados, ya que puso K.O.  a James Dunn a los 45 segundos, y fue también el protagonista del match de más larga duración. En efecto, le resistió al negro Charles Bradley 49 rounds, con una mano luxada desde el octavo…”.

Extraído de: Hugo Sainz Torres, “Breve Historia del Deporte”, Bradden Copper Co. 1961.

domingo, 19 de octubre de 2014

Chile o una loca geografía: descripción del valle agrícola central hacia 1940



Dijimos en una ocasión que Santiago miraba todo entero hacia el sur. En efecto, situado en el extremo norte del Gran Valle, proyecta una irradiación constante sobre el collar de ciudades que mantiene el hilo sólido del ferrocarril central. Así, San Bernardo, Buin, Rancagua, Rengo, San Fernando, Curicó, Talca, van alineando sus modalidades propias, pero sujetas al padrón santiaguino. Las veleidades de Talca y sus ínfulas megalómanas no le impiden mirar de soslayo al Gran Modelo, y copiarlo en la primera ocasión.

En cambio, Peumo, Santa Cruz, Vichuquén y Curepto son pequeños pueblos aislados, tan sin esperanzas, que les resulta inútil mirar hacia la capital, por eso se entierran en una vida pobre y sin una personalidad definida: la personalidad pobre y altiva de las serranías de la costa.

Las ciudades del “collar” son agrícolas e industriales, excepto Santiago, que cuida más de sus industrias que sus campos. La capital viste al país, y no solamente en un sentido figurado. Le da sombreros, tejidos de punto y calzado excelente. En Santiago nadie debería andar descalzo. Sus zapatos superan a los mejores tipos europeos y ya habrá advertido el lector que, contrariamente a otras Geografías, no hago aquí el “reclame” de mi país: digo lo bueno y lo malo. Pues bien, el calzado es bueno. Santiago elabora los cuatro quintos de la producción total de Chile.

Rancagua, situada más al sur, tiene una gran fábrica de conservas, y vive, como Calama, del ambiente cosmopolita y minera que le proporciona su poderoso hijo: El Teniente. Además, posee una importante fábrica de vidrios.   

Rengo nos da fósforos; San Fernando, tabacos; Talca sus catres, sus galletas y –otra vez- una Corte de Apelaciones (tenía que ser aquí…). En cambio, Molina es el paraíso de los vinos.

Todo esto, en una región de campos dormidos; de largas avenidas de álamos; de toscas viviendas de campesinos y caminos polvorientos, que bajan hasta los arroyos en una noche vegetal que les inventan los sauces. Al fondo, la cordillera medio nevada modula sus tonos de rojo ladrillo al violeta. A veces, parece vibrar de tanto espacio entre el vaho azul de sus quebradas, tras el álamo amarillento, como en los malos cuadros que se venden en las librerías inglesas.

A lo largo de las avenidas se ven los “ranchos”, unas pobres viviendas, de una o dos piezas hechas con quinchas de coligüe, paja y barro.  En el interior hay un catre de fierro. En el rincón más obscuro, una máquina de coser, y, junto a ella, algún santo viejo, colgado en la pared. Una vela chorreada ilumina la esperanza de una manda. Al centro, una mesa sin pintar y unas cuantas sillas de paja completan el mobiliario.

En el exterior hay un largo corredor con una cocina adornada en un extremo. Sobre el hogar, una tetera ennegrecida nos cuenta la historia de muchos mates y ulpos sin pan. Mucha cebolla cuelga de las vigas. Hay un parrón y una higuera, un chancho gruñe, atado a un piquete; las gallinas merodean indiferentes a los perros flacos que duermen su siesta al sol. A veces se les suben encima las gallinas; el otro despierta, lanza una mirada soñolienta y se vuelve a dormir.

Es en este decorado que vive el guaso. El es cruel y supersticioso. Sus amores son callados y gozan de una gran promiscuidad. Monta en pequeños caballos peludos y resistentes, y como jinete no hay otro igual. Habla poco, y cuando lo hace, no contesta directamente a las preguntas. Sus actitudes pueden aparentar a bonhomía, pero, en general, esconden una gran astucia y una profunda desconfianza. Ama y defiende a su patrón como se defiende así mismo. Los agitadores comunistas han dado pruebas de inteligencia al atacar primeramente ese reducto de la reacción. El guaso es, en realidad, el burgués de la clase popular.

Por los campos, como en todos los campos, se ven grandes extensiones cultivadas. Los trigales, alfalfales y chácaras se suceden en el estrecho espacio plano y regado que dejan la cordillera de los Andes y de la costa. Y digo estrecho, a pesar de su aparente vastedad, porque en relación a la superficie de Chile es un espacio mínimo el que sirve al hombre para sus faenas agrícolas. Miremos el mapa, y veremos un país de montañas, con pequeños claros, que son los valles. Ahí dentro está toda la agricultura de Chile. Los chilenos no nos damos cuenta hasta qué punto somos una tierra de montañas.

Chile o una loca geografía, Benjamín Subercaseux, Editorial Universitaria, 1995 (primera edición de 1940) págs. 145-147.