jueves, 9 de febrero de 2017

El patrimonio cultural religioso de Chile

Por Cristian Urzúa Aburto

Cuando llegan las huestes hispanas a lo que será Chile, junto a ellos llegó una horda de sacerdotes católicos dispuestos a adoctrinar a la población aborigen en nombre del rey. El nuevo credo sería avasallador hasta cierto punto, pues durante el periodo colonial se produciría un sincretismo entre las creencias de los pueblos originarios y la religión hispana. Todo esta historia quedaría materializada en una amplia infraestructura religiosa de iglesias y conventos católicos, en sitios ceremoniales indígenas que subsistieron a este proceso, así como en rituales que mixturan las tradiciones hispano-indígenas. Estos lugares constituyen hoy parte del patrimonio arquitectónico e histórico del país, referentes identitarios de las comunidades, con distintas materialidades y ritualidades, abarcando desde las iglesias altiplánicas del norte hasta las de Chiloé en el sur.

Iglesia de la Hacienda San José del Carmen de El Huique
Gran parte de la arquitectura religiosa ha adquirido la categoría de Monumento Nacional por su valor histórico, artístico y arquitectónico, mientras que las iglesias de Chiloé han obtenido reconocimiento mundial por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Algunos conventos, como el de San Francisco en Santiago o el de las Carmelitas Descalzas en Los Andes, se han musealizado, resguardando así un valioso registro de la historia de la iglesia y la vida conventual. Parte del valor histórico de las haciendas rurales se deben a sus bellas capillas, expresión religiosa privada de la familia patronal y sus inquilinos. Es por ejemplo el caso de San José del Carmen del Huique o la hacienda Lo Vicuña en Putaendo. Perviven  también una gran cantidad de centros ceremoniales indígenas, como el Complejo religioso de Mitrauquén Alto, sitio que consta  del cementerio tradicional Eltuwe y el espacio ceremonial Ngüillatuwe en la Araucanía. Celebraciones mixtas, entre el culto indígena y el católico, se dan en el norte con los rituales a la Pachamama y a la Virgen por las culturas aimaras. 

Como gran parte del patrimonio arquitectónico, la principal amenaza sobre la infraestructura religiosa es causa de los movimientos telúricos, que han destruido los frágiles cimientos de adobe y madera de los antiguos templos coloniales y la valiosa imaginería religiosa que estos resguardan. Los traficantes de arte apetecen especialmente de este tipo patrimonio, siempre desprotegido por su apertura al público y carencia absoluta de vigilancia. Señalemos el caso del reciente robo de imágenes de la iglesia jesuita de Calera de Tango, donde se extrajeron las figuras de la Virgen de la Asunción, de San Luis Gonzaga y San Ignacio de Loyola, estatuas del siglo XVIII avaluadas en más de 300 millones de pesos. Otra aspecto que amenaza al patrimonio religioso es el rayado periódico de sus muros y el atentado deliberado durante jornadas de protestas. Un caso paradigmático es el de la Iglesia de la Gratitud Nacional del Sagrado Corazón de Santiago, objeto de numerosos atentados.

Junto a la materialidad de iglesias y sitios, está el patrimonio inmaterial religioso, es decir, las expresiones rituales de devoción popular. Tenemos el Baile Chino, manifestación de raíz colonial de adoración a santos cristianos y entidades indígenas, que se encuentra en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Celebraciones como el Cuasimodo se distribuyen en todo Chile central, llevando el sacramento al hogar de enfermos y moribundos. Hemos heredado celebraciones religiosas propias del catolicismo que influyen en nuestra vida diaria con la celebración de Pascua de Resurrección, San Pedro y San Pablo, Virgen del Carmen y Natividad. Expresiones de raigambre indígena, como el Wetripantu (“año nuevo” mapuche), se han comenzado a valorar y posicionar. En el campo, persisten los cantores a lo divino como don Domingo Pontigo de Melipilla, Tesoro Humano Vivo, quien cantará: “Purísima Virgen madre / del mundo y la creación / te haré un verso de oración / al pie del eterno padre / he llegado en esta tarde / a darte salutación”. La modernización del país, la racionalidad occidental, modelos de educación estandarizados y excluyentes, junto a la imposición de una cultura de masas, amenazan la pervivencia de este patrimonio cultural   

Este patrimonio arquitectónico y sus expresiones inmateriales se encuentran plenamente vigentes y definen la mentalidad  religiosa del país, con toda su diversidad, su sincretismo y sus contradicciones, creencias que, a pesar de sus desencuentros, han sabido adecuarse, convivir y respetarse. Sobre algunos sitios se ha implementado un uso turístico con habilitación de rutas patrimoniales o la inclusión de información explicativa al pie de su imaginería, como ha sido el caso de la Catedral de Santiago, hito donde se ve una gran cantidad de extranjeros contemplando la belleza arquitectónica del lugar y sus objetos litúrgicos. Creyentes o no, debemos respetar estas expresiones religiosas y cuidar su materialidad, parte de la historia y el patrimonio de las localidades, significativos para las personas, y parte fundamental de su identidad.


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