martes, 25 de junio de 2013

La víspera de San Juan



"El diablo", "el cachudo" o "el mandinga".
«Con religiosa continuidad se sigue cada año la vieja costumbre de consultar, como un oráculo infalible, las predicciones del porvenir que la supersticiosa creencia atribuye a la noche de San Juan.
          Tal vez, como un don especial al Santo Bautista, la Providencia pudo entregarle a los destinos del mundo, una vez cada año, en su analejo y a esa creencia se han sucedido en toda época las más divertidas supersticiones.
         ¿Quién no ha presenciado algunas?
         Las solteronas que las ha dejado el tren a causa de haber sido regodeonas para aceptar en buena época un regular partido buscan en la hora undécima y cuando los «zorsales» andan escopeta al primer gaucho de que agarrarse. Por eso, las doce de la noche del día 23 las encuentra en laboriosa tarea.
         Hai muñequitas de carne i hueso, con cestitos de algodon, que trasnochan también, para ver si sacan buenos o malos augurios para el porvenir.
         Viudas, que no fueron felices en su primer ensayo matrimonial, deseosas de repetir la operación, se asoman a la ventana para ver quien pasa primero, a las doce o minutos después, i cuando menos lo piensan se tropiezan con el guardián del punto o con algún borrachín trasnochador y creen que ese debe ser su suerte.
         Otras, candidatas, a un ventajoso matrimonio, porque son laboriosas y honradas, creen que no está demás echar tres papas debajo de la cama i ver a ojos cerrados, sacan la pelada que es augurio de fatalidad, la medio pelada que anuncia suerte media o la sin pelar que es indicio de felicidad.
         Hai otras, más feas que los gases asfixiantes, que consultan su suerte observando un espejo para ver la primera figura animada que reproduce su luna. Cuando es el faldero, que asoma sacudiéndose las pulgas, el primero que asoma al espejo, lo que ven las ambiciosas feas no pasa de ser… su fealdad incurable.
         Pero consúltese las inquietas damas, jóvenes bonitas y solteronas feas; viudas intranquilas i anhelantes doncellas, que el destino de cada cual está trazado sobre la faz del mundo i la voluntad infinita del Creador es una sola e inmutable. La que está destinada a vestir santos, deberá seguir su oficio con resignación; las llamadas a criar sobrinos, acepten su misión que es entretenida.
         La víspera de San Juan es también la noche en la cual se ve la «flor de la higuera»; la elejida para sacar entierros; es, en fin el refujio de las supersticiones universales.
         Pero tiene algo más importante la bendita noche referida. En ella se hacen los últimos retoques a las mistelas, los fiambres i las provisiones que deberán usarse para festejar a los golosos tocayos del Bautista i a las doce de la noche, quedan apenas ecos lastimeros del último vajido de las aves i otras victimas comestines inmoladas en homenaje al histórico santo.

Artemio G. Urzúa S.»

Artículo extraído de El Imparcial de San Fernando, 29 de junio de 1916.

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