Roberto Soto Aliaga, San Fernando, 1992.
Prensa Offset.
138 páginas.
A 250 años de la fundación de la ciudad en
1992, Roberto Soto A. escribe su primera obra relativa sobre San Fernando,
desde la esquina de su casa, es decir, de su mirada
particular como hijo de este lugar. De una recopilación exhaustiva de todo tipo
de archivo logra producir una obra que recoge gran parte del conocimiento histórico
de las calles que componen la urbe.
Debemos recordar que la
ciudad dieciochesca como proyecto de la ilustración buscaba ordenar la sociedad
otorgándole una organización racional para lograr así una mejor distribución,
administración y vigilancia. En tal sentido en San Fernando se
adopta un trazado geométrico y simétrico (el plano de damero), donde el centro
está representado por la plaza central y a su alrededor se emplazan los
edificios del poder (Cabildo, Gobernación, Liceo). A lo largo de la cuadratura
se distribuye las casas solariegas, habitaciones de fachada continua, ranchos y
conventillos. Cuanto más cerca del centro, más prominente el vecino; desde luego, en los espacios intermedios y la periferia se instalaba el estrato
medio y popular.
Estas calles reciben
su nombre a partir de ciertos hechos
significativos asociada a su historia, por alguna familia importante que la habitó o
decisiones administrativas para conmemorar algún héroe o batalla de la
independencia nacional. Es a mediados del siglo XIX, no obstante, cuando el
Intendente de Colchagua Alejandro Vial coloca la designación a la mayor parte
de las calles, muchas de las cuales se mantienen en la actualidad.
Esta es la historia
que nos quiere contar el autor, partiendo con una contextualización con la
fundación de la ciudad de San Fernando en 1742. Luego de ello, nos habla de
cada de las calles más prominentes que estructuran la ciudad, señalando sus características
físicas y sociales, y la historia del personaje o acontecimiento que nombra la
calle. La selección de estos nombres buscaba rememorar héroes, ciudadanos
insignes y también batallas de la época de la independencia. Las avenidas
recuerdan grandes héroes de Chile como Bernardo O’Higgins y Manuel Rodríguez.
Entre más importante, central y antigua la calle, más importante el personaje.
Así las Avenidas llevan los nombres de sus hijos más ilustres.
Citemos algunos
ejemplos. La avenida “Argomedo”, antigua calle “San Carlos”, recibe, este
último nombre de una batalla entre Antonio Pareja y José Miguel Carrera el 15
de mayo de 1813 en la zona de San Carlos. Posteriormente se reemplaza este
nombre por el del insigne ciudadano sanfernandino: José Gregorio Argomedo,
secretario de la primera junta de Gobierno en 1810 e incasable trabajador del
progreso local. Se narra en esta sección los edificios principales que la
componen, la población que la habita y uno que otro dato curioso. Termina su
exposición con una breve biografía de Argomedo. Otra avenida
importantísima es “Manso de Velazco”, también llamada en el siglo XIX “Alameda
de las Delicias” o “Campo de Marte”. Tuvo
originalmente el nombre de “Junín” en honor a la batalla donde Simón Bolívar
derrotó a las fuerzas realistas y logró consolidar la independencia Americana. En
1861 se cambia el nombre para recordar al gobernador José Antonio Manso de
Velazco que fundó la ciudad en 1742. Como en otras instancias, luego de
explicado esto, realiza el autor una biografía del Gobernador.
Expuesta estas
historias, el autor da cuenta de las tentativas por cambiar el nombre de
algunas de las calles por otras designaciones que puedan resultar más significativas,
y de paso también sugerir la construcción de monumentos para aquellos que de
una manera u otra contribuyeron a mejorar la ciudad. Por nombrar algunos: cambiar
el nombre de la calle Valdivia, por el de Alberto Valenzuela Llanos, pintor de
fama mundial; Yerbas Buenas, por el de Olegario Lazo Baeza, militar ilustre y
notable escritor; o la calle de Talcahuano por la de Neandro Schilling Campos,
gran educador y benefactor público, etc.
Para finalizar, sólo
decir que el nombre de una calle es un ejercicio de memoria histórica. Hoy,
para el ciudadano promedio, puede constituir simplemente un hito referencial (y
ese es su objeto), pero a la vez las autoridades y los ciudadanos creyeron que
era necesario para conocer y valorar quienes dieron origen a la ciudad, comuna
o barrio que se habita. La historia dice que los nombres de las calles no son
estáticos, estas cambian según decisiones de las autoridades y los vecinos. Y sobre
este tópico es necesario un debate ciudadano que permita identificar quienes o
que elementos le dan identidad a una ciudad.
Cristian Urzúa Aburto
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