martes, 17 de septiembre de 2013

Desde mi esquina. 250 años de la fundación de San Fernando



Roberto Soto Aliaga, San Fernando, 1992.
Prensa Offset.
138 páginas.



A 250 años de la fundación de la ciudad en 1992, Roberto Soto A. escribe su primera obra relativa sobre San Fernando, desde la esquina de su casa, es decir, de su mirada particular como hijo de este lugar. De una recopilación exhaustiva de todo tipo de archivo logra producir una obra que recoge gran parte del conocimiento histórico de las calles que componen la urbe.  
Debemos recordar que la ciudad dieciochesca como proyecto de la ilustración buscaba ordenar la sociedad otorgándole una organización racional para lograr así una mejor distribución, administración y vigilancia. En tal sentido en San Fernando se adopta un trazado geométrico y simétrico (el plano de damero), donde el centro está representado por la plaza central y a su alrededor se emplazan los edificios del poder (Cabildo, Gobernación, Liceo). A lo largo de la cuadratura se distribuye las casas solariegas, habitaciones de fachada continua, ranchos y conventillos. Cuanto más cerca del centro, más prominente el vecino; desde luego, en los espacios intermedios y la periferia se instalaba el estrato medio y popular.
Estas calles reciben su nombre a partir de ciertos hechos significativos asociada a su historia, por alguna familia importante que la habitó o decisiones administrativas para conmemorar algún héroe o batalla de la independencia nacional. Es a mediados del siglo XIX, no obstante, cuando el Intendente de Colchagua Alejandro Vial coloca la designación a la mayor parte de las calles, muchas de las cuales se mantienen en la actualidad. 
Esta es la historia que nos quiere contar el autor, partiendo con una contextualización con la fundación de la ciudad de San Fernando en 1742. Luego de ello, nos habla de cada de las calles más prominentes que estructuran la ciudad, señalando sus características físicas y sociales, y la historia del personaje o acontecimiento que nombra la calle. La selección de estos nombres buscaba rememorar héroes, ciudadanos insignes y también batallas de la época de la independencia. Las avenidas recuerdan grandes héroes de Chile como Bernardo O’Higgins y Manuel Rodríguez. Entre más importante, central y antigua la calle, más importante el personaje. Así las Avenidas llevan los nombres de sus hijos más ilustres.
Citemos algunos ejemplos. La avenida “Argomedo”, antigua calle “San Carlos”, recibe, este último nombre de una batalla entre Antonio Pareja y José Miguel Carrera el 15 de mayo de 1813 en la zona de San Carlos. Posteriormente se reemplaza este nombre por el del insigne ciudadano sanfernandino: José Gregorio Argomedo, secretario de la primera junta de Gobierno en 1810 e incasable trabajador del progreso local. Se narra en esta sección los edificios principales que la componen, la población que la habita y uno que otro dato curioso. Termina su exposición con una breve biografía de Argomedo. Otra avenida importantísima es “Manso de Velazco”, también llamada en el siglo XIX “Alameda de las Delicias” o “Campo de Marte”.  Tuvo originalmente el nombre de “Junín” en honor a la batalla donde Simón Bolívar derrotó a las fuerzas realistas y logró consolidar la independencia Americana. En 1861 se cambia el nombre para recordar al gobernador José Antonio Manso de Velazco que fundó la ciudad en 1742. Como en otras instancias, luego de explicado esto, realiza el autor una biografía del Gobernador.
Expuesta estas historias, el autor da cuenta de las tentativas por cambiar el nombre de algunas de las calles por otras designaciones que puedan resultar más significativas, y de paso también sugerir la construcción de monumentos para aquellos que de una manera u otra contribuyeron a mejorar la ciudad. Por nombrar algunos: cambiar el nombre de la calle Valdivia, por el de Alberto Valenzuela Llanos, pintor de fama mundial; Yerbas Buenas, por el de Olegario Lazo Baeza, militar ilustre y notable escritor; o la calle de Talcahuano por la de Neandro Schilling Campos, gran educador y benefactor público, etc.
         Para finalizar, sólo decir que el nombre de una calle es un ejercicio de memoria histórica. Hoy, para el ciudadano promedio, puede constituir simplemente un hito referencial (y ese es su objeto), pero a la vez las autoridades y los ciudadanos creyeron que era necesario para conocer y valorar quienes dieron origen a la ciudad, comuna o barrio que se habita. La historia dice que los nombres de las calles no son estáticos, estas cambian según decisiones de las autoridades y los vecinos. Y sobre este tópico es necesario un debate ciudadano que permita identificar quienes o que elementos le dan identidad a una ciudad.


Cristian Urzúa Aburto

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