jueves, 24 de enero de 2019

El Terremoto de Chillán de 1939. Una mirada desde el Departamento de Santa Cruz

Por Cristian Urzúa Aburto

El Terremoto de Chillán de 1939 es reconocido como el sismo que mayor cantidad de víctimas ha cobrado en la historia de Chile: cerca 24 mil personas fallecieron a causa de este movimiento telúrico, causando graves pérdidas materiales con más de 1.500 viviendas arrasadas. Inmediatamente se levantó una red de cooperación nacional e internacional, que impactada por la magnitud del desastre, se aprontó a enviar víveres, ropas, dinero y materiales de construcción para ayudar a los afectados. El terremoto no tuvo efectos directos en la provincia de Colchagua, sin embargo desde esta zona se enviaron recursos para apoyar a la reconstrucción de la ciudad y sus alrededores. 

Fotografía: Mercado de San Carlos de Chillán después del terremoto, 1939. Fuente: Memoriachilena.cl
El sismo ocurrió un martes 24 de enero a las 11:32 horas, con una magnitud estimada de 8,3 Ms (Magnitud de ondas superficiales). Su epicentro fue cercano a Quirihue, afectando la zona comprendida entre las ciudades de Talca y Concepción. De las características geológicas del territorio deriva la magnitud de la tragedia: una zona fluvioglaciar con gran inestabilidad de suelo unido a un movimiento “intraplaca” (sismo ocurrido al interior de la placa de Nazca y no en la interfaz de convergencia con la placa Sudamericana), determinó que su intensidad fuera mayor. Miles de personas quedaron damnificadas, sin los recursos básicos y acampando a la intemperie. Este hecho reestructuró material y culturalmente a la ciudad de Chillán, cuyo hito simbólico más representativo es la Cruz Monumental de su iglesia, que recuerda este triste episodio de la historia regional. 

La noticia del terremoto corrió con rapidez, de modo que de poco se fueron conociendo los detalles de la catástrofe. En el periódico El Independientede Santa Cruz, se mostraban sentidos discursos y reflexiones ante la catástrofe. Su primera reacción es de horror y amargura ante la magnitud de la tragedia, por lo que compelía a la población a dar muestras de “solidaridad” y “patriotismo” para mitigar tanta desgracia. Las erogaciones no se hicieron esperarde modo que sujetos y familias de distinta connotación social, desde inquilinos hasta familias adineradas, se aprestaron a dar su ayuda a los damnificados (El Independiente, 25 de enero de 1939). 

La Gobernación de Santa Cruz por su lado, solicitó “que deberán ponerse a la orden de esta Gobernación, antes de 24 horas, todos los camiones en servicio dentro del Departamento”, los que serán “enviados con personal puesto por sus dueños, a la Intendencia de Colchagua, de donde serán enviados al lugar en que sean más necesarios” (El Independiente, 11 de febrero de 1939). Se organizó un Comité Central y Comités Comunales para coordinar la recolección de cuotas en el departamento. Al respecto, el periódico El Cóndorsostenía que “Ante la dolorosa tragedia que enluta a nuestro país y que lleva la desolación y la miseria a muchos hogares, el Gobernador de Santa Cruz pide al pueblo a los comerciantes, a los dueños de boticas, a los agricultores y a todo el que sienta dentro de su corazón un sentimiento de solidaridad y amor patrio, que contribuya con su ayuda material, sea en dinero, sea en productos agrícolas, sea en medicamentos, sábanas etc., etc. a fin de mitigar, en parte, tanto dolor y tanta desgracia” (El Cóndor, 28 de enero de 1939). Una vez recolectados los aportes, sale la primera partida de ayuda hacia la zona afectada: “Ayer, a las seis de la madrugada, partieron hacia el Sur los primeros víveres que los habitantes de Santa Cruz, envían a sus hermanos doloridos. En esos diez camiones, que representan con sus maquinarias la potencia creadora del hombre, va también el indomable espíritu de lucha chileno” (El Cóndor, 4 de febrero de 1939). 

El Terremoto de Chillán aunque no tuvo efectos directos sobre la provincia de Colchagua, generó secuelas al afectar al sistema económico nacional y reasignar recursos fiscales a la zona dañada postergando proyectos agendados a nivel local. Influyó además en términos anímicos en la sociedad, aumentando la incertidumbre ante la naturaleza, cuya expresión es el despliegue de una intensa religiosidad (con misas y confesiones en masa). Finalmente, exhibe las habituales demostraciones de solidaridad de la comunidad local, cuyos sujetos, pese a sus carencias personales, deciden donar alimento, ajuar o dinero para ayudar a los damnificados y contribuir al proceso de reconstrucción.

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