domingo, 16 de noviembre de 2014

El despertar sexual de las adolescentes campesinas



Las primeras miradas, el primer sentir...
“No entiendo lo que pasa, pero me sentía mal”. Otra: “desde que se enfermó, a los 11 años, empezó a tener problemas sola. Se sentía después muy mal”. “Recuerdo bien como a los doce años, empecé a sentir cosas. Me daba miedo”.
          
“Me empezaron a gustar los chiquillos. A veces los saludaba y después no, porque no sabía lo que me pasaba. Me daba como vergüenza”.

Hasta aquí, no se puede hablar de una influencia desfavorable del ambiente, son simplemente manifestaciones de un despertar normal. No se puede asegurar lo mismo de las siguientes:

-N. N., tenía 11 años cuando se dio cuenta de las relaciones entre sus padres. Se fijó porque “las chiquillas le decían en la Escuela”. Como a los 10 años más o menos se masturbaba. Después, cuando sentía a sus padres fue mucho más.

-N. N., se enteró de todo como a los 15 años, pero desde chicos veían cuando el papá “llegaba curado, insultaba a la mamá, le pegaba y la obligaba a hacer lo que él quería”. Ellos lo veían todo. No les gustaba, no podían dormir. Ella y su hermana debido a esto sacaron su cama afuera, a un corredor.

-N.N., desde muy chica se dio cuenta de las relaciones entre sus padres. Otra niña le contó lo que hacía con sus hermanos y sola. N. N lo hacía también, sobre todo cuando oía a sus padres. Tenía nueve años cuando fue violada, una vez que fue a dejar el almuerzo a su padre al potrero.

-N. N., más o menos a los 8 años aprendió de una niña en la Escuela, “a hacer cosas malas”. Esa niña hacia cosas malas con otras niñas y también sola. Desde entonces ella lo hace también, siempre en la noche, “sobre todo cuando siente a los papás”.

Las condiciones de vida de muchas familias campesinas en lo material (vivienda, escases de dormitorios, etc.) y la falta de cultura están deformando, más bien que formando al adolescente.

No se puede generalizar porque de hecho en todos los casos no sucede lo mismo, pero un gran porcentaje de las encuestadas viven en la misma pieza que sus padres; unas porque existe en la casa un solo dormitorio; otras, porque con el ánimo de cuidar a las niñas, las hacen dormir con ellos.

Su actitud frente a lo sexual: Es de temor. Ante sus reacciones, una niña que en este sentido, no ha tenido problemas, que ha vivido en un ambiente familiar normal, decía: “yo  me preocupaba mucho, me daba tanto temor que se pudieran dar cuenta los demás de lo que me pasaba”. Después, cuando fue a una Jornada de Formación que organizó la Parroquia, vi que era una lesera que me asustara, porque en toda la gente es más o menos lo mismo, y no era malo”.

“Después que enfermé, empecé a sentir cosas y sentir miedo de que lo supieran”. Esta misma reacción veíamos ante el simple hecho de la menstruación, temor, vergüenza de las encuestadas por el desconocimiento de un hecho normal.  

Sus conflictos interiores e inhibiciones. Muchas de nuestras adolescentes campesinas dicen que el despertar sexual pasa a ser un conflicto, ya que por una parte el ambiente la enfrenta bruscamente a la vida en todos sus aspectos y por otra parte este mismo ambiente mantiene una actitud de reserva y censura sobre aquello que la inquieta. “Cuando tengo problemas no se los cuento a nadie, en mi casa no son cariñosos”.

El trato duro que muchas veces reciben despierta en ellas resentimiento y amargura, lo que constituye un problema en sí difícil de superar: “Mis problemas a veces se los cuento a mis hermanas, otras veces no”. “Estoy muy aburrida porque tengo un hermano muy exigente y delicado. No quiere ni que salga a la puerta y si no está todo listo cuando él quiere, nos reta y nos pega”.     

“Muchas veces quiero preguntar cosas en la casa, pero ellos no entienden y se enojan. A una hermana hasta antes de casarse le pegaron, porque no la dejaban pololear…”

“Tengo algo de confianza para pedirle alguna cosa al hermano. Los otros me pegan por cualquier cosa. Cuando quedé esperando un niño, no se lo dije a nadie. Tenía ocho meses cuando la mamá se dio cuenta” (es madre soltera, tenía entonces 17 años). “La mamá nunca me pregunta nada. Me prohíbe salir a todas partes, estoy pololeando a escondidas”.

“En mi casa no hallo que me quieren; los dos son iguales (se expresa con mucha amargura), estoy contenta con el niño” (es madre soltera). Tenía 18 años, cuando se dieron cuenta que estaba embarazada, la trataron muy mal y ella se fue de la casa y se empleó. En ninguna parte la querían recibir con el niño; por fin se empleó en una casa con un salario bajo.

La niña actúa y asume actitudes llevada por el ambiente porque todavía no ha llegado a formarse un criterio personal frente a la vida. Así vive improvisando una conducta ante la necesidad del momento.

Otras preocupaciones que la inhiben y le crean complejo. A la niña desde chica le preocupa la ropa por una natural coquetería. En la pubertad el deseo de parecer bien le aumenta y el vestuario llega a constituir para muchas una fuente de sufrimiento.

“Cuando iba a la Escuela y veía a las chiquillas que iban mejor vestidas, quería tener más ropa para andar más limpia. Me da vergüenza salir con la ropa que tengo”.

Fragmento extraído de: Laura Collantes A., “La adolescente campesina”. En Cuaderno Número 1 de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Valparaíso, Julio de 1966, Santiago de Chile.

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