“El cuatro de noviembre de 1970, cuando asumió
el mando de la República el candidato de la Unidad Popular Salvador Allende, en
muchas partes de Chile, en las concentraciones de celebración, la gente
alborozada gritaba:
-¡Ahora
le toca al pueblo compañeros, ahora le toca al pueblo!
Con
eso estaban diciendo que Don Chicho, tenía que dar satisfacción a todas las
demandas sociales que los gobiernos anteriores habían ignorado. Una de las
peticiones más urgente de la población desposeída, era conseguir la vivienda
propia y a lo largo del país, se formaron comités de Los Sin Casas, con el
objetivo de lograr moradas dignas para vivir a sus proles.
En
un restaurant de nuestra ciudad se formó uno de esos comités, al cual se
integró la Mami. Luego de muchas reuniones y diálogos con las autoridades,
decidieron apurar la causa, ocupando un potrero en el Barrio Norte, ubicado en
la llamada Calle Vieja (hoy José Miguel Carrera). Casi a la medianoche del 21
de noviembre de 1971, un numeroso grupo de familias premunidas de nuestra
Enseña Patria, procedió a ocupar o a “tomarse” ese terreno. Esa noche, con
fogatas para combatir el frio, los participantes de ese hecho, hicieron
optimistas planes para el futuro de la causa.
Sobre
ese suceso ocurrido hace tantos años y que fue la génesis de la actual población
Manuel Rodríguez, aún hoy sus habitantes no se ponen de acuerdo si fue una toma
o una ocupación concertada, entre los dirigentes del comité, con el dueño del
predio y de las autoridades de ese entonces, Alcalde, Gobernador y el Capitán
de Carabineros. El propietario del potrero, afirman, entregó voluntariamente las
llaves, con la promesa de una futura indemnización. Incluso se sostiene que
había un acta firmada por los participantes de ese acuerdo.
Pero
al parecer lo dirigentes, que militaban en grupos y partidos radicalizados de
la izquierda, como el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionario) y la USP
(Unión Socialista Popular) quisieron darle un tinte más heroico y
revolucionario a este acontecimiento y blandiendo banderas chilenas, saltaron
los portones de acceso y encabezaron una toma de terrenos como se estilaba en
ese entonces.
Al
día siguiente la dirigencia de los pobladores, procedió a hacer los loteos,
para que las familias comenzaran a levantar sus “rucos o mejoras”. Doña Sara
Del Carmen González, mi madre, durante toda esa jornada permaneció en el sitio
asignado, sentada a la sombra de nuestra tricolor, mientras nosotros en una
carreta a tracción humana llevábamos madera y otros elementos para armar una
pieza de emergencia. Ese primer día de la toma, mi Mami conoció un gesto de
solidaridad de parte de una de las señoras que también estaba luchando por la
casa propia. Doña Leontina o la señora Tina, como es conocida, al ver mi
progenitora durante todo el día en el sitio, solícita le convidó desayuno y
almuerzo. Como la vida tiene muchas vueltas, años después, luego del Golpe
Militar, el esposo de esa buena mujer fue encarcelado, por el terrible delito
de ser dirigente poblacional. Detenido fue enviado a Rancagua y a diario su
esposa iba a visitarlo y al regresar a la población, llegaba cansada,
angustiada y sin tener comida preparada. En una de esas ocasiones la Mami la
invitó a almorzar, devolviéndose la mano, por el noble gesto que ella había
tenido años atrás.
Los
primeros días de la “ocupación” como la llamaban algunos, o de la “toma” como
decían otros, fueron muy agitados para los nuevos vecinos del Barrio Norte, ya
que en cualquier medio de transporte, carretas de mano, triciclos, carretones o
vehículos motorizados, tuvieron que acarrear los materiales de construcción y
sus humildes enseres hacia el potrero. Colectivamente se tuvieron que medir y
estacar los sitios, lo mismo ocurrió con los trazados de los pasajes interiores
y de la calle principal, que entroncaría con la Calle Vieja. De noche
organizaron grupos de vigilancia, que al calor de las fogatas velaban por la
tranquilidad de los habitantes del naciente
Campamento, que recibió el nombre de Luciano Cruz, en honor a uno de los
líderes fundadores del MIR.”
Extraído de: González G., Hugo, San Vicente de Tagua Tagua. Editorial
Magisterio. Colegio de Profesores de Chile, 2007. Santiago de Chile. págs. 157-159
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