A días de decretarse el fallo de La Haya por
el litigio marítimo entre Chile y Perú, quisiera revelar la dimensión humana de
aquella lejana pero siempre presente conflagración. Lejos de los conflictos de
poder entre naciones, la totalidad de las operaciones en terreno recayó sobre humildes
hombres que por convicción o coacción combatieron en el mar, el desierto o la
sierra. Resuelta la guerra, allí quedaron algunos, sepultados en la soledad del
desierto; otros volvieron, pero no fueron ya los mismos de antes, ora por las
heridas de la guerra, ora por las heridas del espíritu. Como escribe nuestro
soldado: “Ahora soy completamente otro, mi carácter se ha cambiado por completo
y no van a conocerme, que hasta mis facciones son distintas, ni mis ideas son
como las tenía”. La carta adjunta, remitida por el soldado Bernardino Avila a
su esposa María R. de Avila desde Lima a San Fernando, nos habla de la
experiencia desgarradora de la guerra y nos recuerda también, que detrás de
esos anónimos hombres existe una familia esperando llena de privaciones económicas
el regreso de su hijo, esposo o padre.
Lima 22
de Octubre de 1881
Señora
María R. de Avila
San
Fernando
“Idolatrada
Esposa:
Son en
mi poder tus dos últimas cartas de fecha 19 del pasado y 2 del presente; En la
primera de las dos me dices que tu salud se encuentra perfectamente como
igualmente la de mis hijitas y la de mi pobre vieja. No me detendré a hacerme
más extensivo sobre la primera carta; pero no podré menos que objetarte que en
ella todavía guardabas un poco de resentimiento con tu negro que jamás te
olvidará.
Me
concreto ahora a contestarte negra mía, tu última en la que me dices que
recibiste los dos pesos que te incluí en mi última de lo que me he alegrado
mucho, pues los mandé con desconfianza; pero Dios ha querido que llegue a tu
poder.
Me
conmovió profundamente los buenos recuerdos y los ruegos que mis tiernas hijas
hacen de mí y les vuelvo a mandar un beso y un abrazo y que rueguen siempre por
su papá.
Altamente
me congratulo esposa mía que cesen nuestras discordias domésticas y ojalá que
siempre; como lo espero desde la fecha; no tengamos motivos de disgusto, pues
yo por mi parte no creo te daré motivos para ello.
Yo,
como tú chinita, también tengo vivos deseos de verte para hacerte un mundo de
caricias y a mis hijas para darle uno y mil besos. Y a la vieja no me atrevo a
verla por lo que dice que me va a tirar las orejas, y temo que me las corte.
Sin embargo creo que no lo hará pues no será tanto lo que me hará si le doy un
abrazo antes que le de las orejas.
El
Batallón nuestro, como ya lo sabrás, lo han hecho de Línea quedando por
supuesto, los que han querido con contrata por 1 y 5 años. Como tú puedes
comprender yo no he querido quedarme a pesar de las ofertas que me han hecho y
espero en Dios que no me deje un momento mi energía para resistir y espero que
tú y todas me ayuden a rogar a Dios que no me quede más de militar; bastante
esposa y negra mía he sufrido y te he hecho sufrir a ti, a mis dos hijas y a mi
madre. Quiero yo estar a tu lado en fin, al lado de mi familia para poder
servirles mejor, pues siendo militar tendrás que sujetarte a la miserable
mesada que no te alcanza para darle pan a mis hijas. Pero confiemos en Dios que
él nos ayudará.
No sabemos
todavía cuando nos mandarán a Chile a todos los que no han querido engancharse,
pues le llegó a nuestro Coronel un decreto del Supremo Gobierno que le dice que
todo individuo que no se quede voluntariamente en el cuerpo, los mande en el
primer transporte que salga a Valparaíso, este ha sido el motivo porque no te
he escrito con más paciencia, creyendo haber marchado a principio del presente,
pero ahora no puedo decir cuando nos vamos, pero quizá no pase del mes
entrante, esto no impide que apenas llegue la presente, me contestes en el
acto. Ruega pues que mi ida sea pronto, tal como yo deseo.
No te
mando nada porque no nos han dado un centavo de suple, y se dice que no nos dan
porque esperan nuestra partida para darnos algo sobre lo que tenemos ganado.
Paciencia mi chinita y confiemos en Dios, que él regulará todo según su divina
voluntad.
Querida:
Paréceme
que no llega el día ya, en que llegue a ver a tí, a mis dos hijas y a mi pobre
viejecita, aún más no veo las horas en que pueda ver a la Teresita, no sabes
cuando deseo verme pronto por allá para contarles a todos ustedes lo que he
pasado en la vida que llevo de militar. Ahora soy completamente otro, mi carácter
se ha cambiado por completo y no van a conocerme, que hasta mis facciones son
distintas, ni mis ideas son como las tenía. El corazón del hombre al ser
militar se pone viejo y distinto, en lo único que no he cambiado es que soy
bullicioso como siempre y dispuesto a la […]. Yo les contaré cuando llegue –con
un buen cántaro de baya al lado y una buena cazuela– las peripecias de un
soldado; en fin, me parece que pocos se me van a hacer los días para contarles
todo lo que me ha pasado, en fin, pronto quizá llegue ese día.
Dándote
besos y abrazos a ti chinita mía, se despide tu esposo, que de corazón espera
estar a tu lado.
Bernardino
Avila
PD:
Muchas caricias a mis chicas, un abrazo a mi viejecita y finas expresiones a tu
familia.
No
dejes de contestar de ninguna manera.”
Carta extraída de la página web: www.laguerradelpacifico.cl
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