miércoles, 22 de enero de 2014

Carta de un Soldado del Batallón Colchagua a su Esposa.



A días de decretarse el fallo de La Haya por el litigio marítimo entre Chile y Perú, quisiera revelar la dimensión humana de aquella lejana pero siempre presente conflagración. Lejos de los conflictos de poder entre naciones, la totalidad de las operaciones en terreno recayó sobre humildes hombres que por convicción o coacción combatieron en el mar, el desierto o la sierra. Resuelta la guerra, allí quedaron algunos, sepultados en la soledad del desierto; otros volvieron, pero no fueron ya los mismos de antes, ora por las heridas de la guerra, ora por las heridas del espíritu. Como escribe nuestro soldado: “Ahora soy completamente otro, mi carácter se ha cambiado por completo y no van a conocerme, que hasta mis facciones son distintas, ni mis ideas son como las tenía”. La carta adjunta, remitida por el soldado Bernardino Avila a su esposa María R. de Avila desde Lima a San Fernando, nos habla de la experiencia desgarradora de la guerra y nos recuerda también, que detrás de esos anónimos hombres existe una familia esperando llena de privaciones económicas el regreso de su hijo, esposo o padre.



Lima 22 de Octubre de 1881
Señora María R. de Avila
San Fernando

“Idolatrada Esposa:

Son en mi poder tus dos últimas cartas de fecha 19 del pasado y 2 del presente; En la primera de las dos me dices que tu salud se encuentra perfectamente como igualmente la de mis hijitas y la de mi pobre vieja. No me detendré a hacerme más extensivo sobre la primera carta; pero no podré menos que objetarte que en ella todavía guardabas un poco de resentimiento con tu negro que jamás te olvidará.

Me concreto ahora a contestarte negra mía, tu última en la que me dices que recibiste los dos pesos que te incluí en mi última de lo que me he alegrado mucho, pues los mandé con desconfianza; pero Dios ha querido que llegue a tu poder.

Me conmovió profundamente los buenos recuerdos y los ruegos que mis tiernas hijas hacen de mí y les vuelvo a mandar un beso y un abrazo y que rueguen siempre por su papá.

Altamente me congratulo esposa mía que cesen nuestras discordias domésticas y ojalá que siempre; como lo espero desde la fecha; no tengamos motivos de disgusto, pues yo por mi parte no creo te daré motivos para ello.

Yo, como tú chinita, también tengo vivos deseos de verte para hacerte un mundo de caricias y a mis hijas para darle uno y mil besos. Y a la vieja no me atrevo a verla por lo que dice que me va a tirar las orejas, y temo que me las corte. Sin embargo creo que no lo hará pues no será tanto lo que me hará si le doy un abrazo antes que le de las orejas.

El Batallón nuestro, como ya lo sabrás, lo han hecho de Línea quedando por supuesto, los que han querido con contrata por 1 y 5 años. Como tú puedes comprender yo no he querido quedarme a pesar de las ofertas que me han hecho y espero en Dios que no me deje un momento mi energía para resistir y espero que tú y todas me ayuden a rogar a Dios que no me quede más de militar; bastante esposa y negra mía he sufrido y te he hecho sufrir a ti, a mis dos hijas y a mi madre. Quiero yo estar a tu lado en fin, al lado de mi familia para poder servirles mejor, pues siendo militar tendrás que sujetarte a la miserable mesada que no te alcanza para darle pan a mis hijas. Pero confiemos en Dios que él nos ayudará.

No sabemos todavía cuando nos mandarán a Chile a todos los que no han querido engancharse, pues le llegó a nuestro Coronel un decreto del Supremo Gobierno que le dice que todo individuo que no se quede voluntariamente en el cuerpo, los mande en el primer transporte que salga a Valparaíso, este ha sido el motivo porque no te he escrito con más paciencia, creyendo haber marchado a principio del presente, pero ahora no puedo decir cuando nos vamos, pero quizá no pase del mes entrante, esto no impide que apenas llegue la presente, me contestes en el acto. Ruega pues que mi ida sea pronto, tal como yo deseo.
No te mando nada porque no nos han dado un centavo de suple, y se dice que no nos dan porque esperan nuestra partida para darnos algo sobre lo que tenemos ganado. Paciencia mi chinita y confiemos en Dios, que él regulará todo según su divina voluntad.

Querida:

Paréceme que no llega el día ya, en que llegue a ver a tí, a mis dos hijas y a mi pobre viejecita, aún más no veo las horas en que pueda ver a la Teresita, no sabes cuando deseo verme pronto por allá para contarles a todos ustedes lo que he pasado en la vida que llevo de militar. Ahora soy completamente otro, mi carácter se ha cambiado por completo y no van a conocerme, que hasta mis facciones son distintas, ni mis ideas son como las tenía. El corazón del hombre al ser militar se pone viejo y distinto, en lo único que no he cambiado es que soy bullicioso como siempre y dispuesto a la […]. Yo les contaré cuando llegue –con un buen cántaro de baya al lado y una buena cazuela– las peripecias de un soldado; en fin, me parece que pocos se me van a hacer los días para contarles todo lo que me ha pasado, en fin, pronto quizá llegue ese día.

Dándote besos y abrazos a ti chinita mía, se despide tu esposo, que de corazón espera estar a tu lado.

Bernardino Avila

PD: Muchas caricias a mis chicas, un abrazo a mi viejecita y finas expresiones a tu familia.

No dejes de contestar de ninguna manera.”

Carta extraída de la página web: www.laguerradelpacifico.cl

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