Por: Cristian Urzúa Aburto
“Hace
días he visto al pueblo agrupado en torno a la estatua de O’Higgins. ¿Qué
hacían esos hombres al pie del monumento? ¿Qué esperaban? ¿Buscaban acaso
protección a la sombra del gran patriota?
Tal vez creían ellos que el alma del Libertador flotaba en el aire y que de repente iba a reencarnarse en el bronce de su estatua y saltando desde lo alto del pedestal se lanzaría al galope por las calles y avenidas, dando golpes de mandoble hasta romper su espada de tanto cortar cabezas de sinvergüenzas y miserables.
No valía la pena haberos libertado para que arrastrarais de este modo mi vieja patria, gritaría el Libertador.”
Tal vez creían ellos que el alma del Libertador flotaba en el aire y que de repente iba a reencarnarse en el bronce de su estatua y saltando desde lo alto del pedestal se lanzaría al galope por las calles y avenidas, dando golpes de mandoble hasta romper su espada de tanto cortar cabezas de sinvergüenzas y miserables.
No valía la pena haberos libertado para que arrastrarais de este modo mi vieja patria, gritaría el Libertador.”
Vicente
Huidobro. “Balance Patriótico”.
"Carga de O'Higgins", Pedro Subercaseuax. |
En
el corazón de la Plaza de Los Héroes de Rancagua se yergue la imponente estatua
en homenaje al General Bernardo O´Higgins, monumento ecuestre inaugurado en el
Centenario de la batalla de Rancagua el 2 de octubre de 1914. Exactamente este año se celebra el Bicentenario de la batalla
de Rancagua para lo cual las autoridades han dispuesto una especial celebración
para conmemorar este episodio clave en la historia nacional. Se sabe que esta
batalla pone fin a la patria vieja y dió comienzo a la reconquista española;
pero ante todo, este hecho se recuerda como una tragedia por
las muertes, saqueos, vejaciones y destrozos que provocó a la ciudad. En el
marco de esta celebración dedicaré algunas palabras para indagar sobre el significado
que para nosotros pueda tener esta conmemoración.
En esta instancia los discursos oficiales destacan el sacrificio de los caídos y el heroísmo de sus soldados. Por añadidura, estas proclamas incluyen imágenes sobre la prodigalidad y belleza de la región, y dirán también que aquí subyace lo más típico del Chile tradicional. En conjunto, el discurso constituye una suerte de “tarjeta postal” que idealiza el pasado y el presente. En este espacio he destacado todo eso, pero al mismo tiempo, he tratado además de develar las fisuras que impiden el desarrollo regional y los mitos que se tienen por verdades constituidas. Digámoslo de otro modo: si uno no se conoce bien, con sus defectos y virtudes, no puede construirse como sujeto, grupo o sociedad porque sus convicciones derivan de una falsa y antojadiza comprensión de la realidad. Y es que la memoria suele ser engañosa, y los datos que de ella derivan, así como sus interpretaciones, pueden digerirse sin el menor filtro reflexivo. El pasado no es como una vitrina de museo dispuesta para su contemplación, el pasado sigue vivo en el presente y condiciona el desarrollo de hechos ulteriores. A mi modo de ver es un acto vacío conmemorar sin hacer una reflexión del significado de aquellos ideales que defendieron los hombres que fueron masacrados, expropiados y vejados en Rancagua.
En esta instancia los discursos oficiales destacan el sacrificio de los caídos y el heroísmo de sus soldados. Por añadidura, estas proclamas incluyen imágenes sobre la prodigalidad y belleza de la región, y dirán también que aquí subyace lo más típico del Chile tradicional. En conjunto, el discurso constituye una suerte de “tarjeta postal” que idealiza el pasado y el presente. En este espacio he destacado todo eso, pero al mismo tiempo, he tratado además de develar las fisuras que impiden el desarrollo regional y los mitos que se tienen por verdades constituidas. Digámoslo de otro modo: si uno no se conoce bien, con sus defectos y virtudes, no puede construirse como sujeto, grupo o sociedad porque sus convicciones derivan de una falsa y antojadiza comprensión de la realidad. Y es que la memoria suele ser engañosa, y los datos que de ella derivan, así como sus interpretaciones, pueden digerirse sin el menor filtro reflexivo. El pasado no es como una vitrina de museo dispuesta para su contemplación, el pasado sigue vivo en el presente y condiciona el desarrollo de hechos ulteriores. A mi modo de ver es un acto vacío conmemorar sin hacer una reflexión del significado de aquellos ideales que defendieron los hombres que fueron masacrados, expropiados y vejados en Rancagua.
Lo
primero, la gran figura: Bernardo O’Higgins Riquelme (1778-1842) fue un patriota
convencido que defendió con bravura la causa independentista en todo combate
donde luchó; odiaba la monarquía y su sistema de privilegios y es por eso que al
asumir el gobierno abolió los mayorazgos y títulos de nobleza creando la Legión al
Mérito. Este dato es importante, pues hay que recordar que O‘Higgins fue una
figura que representó los intereses de un emergente estrato medio, de alguien que a pesar del estigma de su origen –el
“huacho” Riquelme le decían sus detractores– representa el pujante esfuerzo de
quién logra elevarse socialmente por méritos propios en una época donde la
nobleza chilena enrostraba fuertemente su jerarquía. Como hombre de la época, romántica y revolucionaria, educado en Inglaterra y adoctrinado en la
Logia Lautarina, fomentó los ideales de la ilustración: liberté, egalité y fraternité. Como hombre integral –tal Napoleón–
su interés no sólo fue militar sino político, ya que fomentó la educación
creando escuelas, restaurando la Biblioteca y el Instituto Nacional.
Por otra parte O‘Higgins era un hombre práctico. Notaba que la democracia no
podía ser universal porque distinguía una ausencia de “civilización” del pueblo,
y es por eso que combatió los vicios públicos reprimiendo las costumbres y
diversiones populares. Se ganó el odió de las regiones por tener un política
centralista y apoyar los intereses de los mercaderes que, en conjunto con la animadversión
de la aristocracia, terminaron por forzarlo a renunciar al cargo de Director
Supremo en 1823, que para entonces ya tomaba el aspecto de una dictadura. Cabe
recordar las sospechas que sobre él caen respecto a la muerte de Manuel
Rodríguez y su tibia postura frente al fusilamiento de los Carrera. Al momento
de su abdicación había varias visiones sobre el país que se quería construir:
las ideas de Carrera o Rodríguez, los intereses de las Provincias o los
“Pueblos”, el Centralismo de los mercaderes, entre otras, son algunas de las ideas
políticas que predominaban en aquel entonces. El exilio de O‘Higgins en Lima lo
separó de la política hasta el día de su muerte. ¿Cómo habría evolucionado el
pensamiento del procer de haber seguido en la palestra pública? No lo sabemos,
pero con o sin él la historia siguió su propio curso, aún cuando hubiera algunos seguidores que anhelaban su regreso.
Dejando
de lado a los siempre visibles y homenajeados héroes, deslicemos nuestra visión
sobre el lado siempre oculto de la historia: la enorme masa de soldados,
mujeres y niños que perecieron en Rancagua. Según Luis Valencia en su obra Campaña y batalla de Rancagua, el
ejército chileno perdió 700 soldados, mientras que el brigadier Español Mariano
Osorio perdió unos 31 oficiales y 400 soldados. Las cifras varían en pocos
números según uno y otro autor, pero es una referencia representativa para
calcular la magnitud de la catástrofe, sin
contar los heridos, vejados, expropiados y exiliados. Sin embargo las cifras, el homenaje siempre recae en
aquellos hombres visibles de la historia. Citemos un ejemplo bastante grafico
de esta focalización. Pedro Subercaseaux, “pintor de la glorias
de Chile”, en su obra “Carga de O‘Higgins en la Batalla de Rancagua”
representa a la oficialidad patriota con el prócer a la cabeza pasando sobre el enemigo. Sin embargo, en ésta como otras obras no se representan a
la masa del pueblo… ¿Dónde están esos 700 soldados mal armados y sin uniforme? ¿Y
las mujeres y niños vejados? ¿Dónde está el herrero que forjaba las espadas? ¿Donde
las hilanderas que tejieron las charreteras? ¿Las cocineras que alimentaron a
los patriotas? En definitiva, la construcción de la nación no es un proceso de
una elite, sino que constituye el esfuerzo de todo un grupo como sociedad. Por
su parte, en los numerosos libros de historia respecto a este hecho solo se remiten
a señalar el carácter épico del enfrentamiento. Por tanto ¿dónde está el
reconocimiento a estos grupos, donde su historia o sus monumentos? Seamos
justos, existe la “Tumba al soldado desconocido” en la catedral de Rancagua, efigie que guarda los restos de los soldados patriotas. Pero no es suficiente.
Saltemos
ahora al presente, pues el hecho y su significado tienen más largo alcance del
que normalmente se le atribuye. El acto conmemorativo como mecanismo cívico del
recordar debe evolucionar, pues tras 200 años de celebración
pareciese que la inercia lo ha despojado de una reflexión crítica que potencie
los ideales defendidos en aquel momento. Ese pasado debe tener una función
aleccionadora para construir en el presente el futuro regional. Los ideales republicanos
no desaparecieron con la gesta de la independencia, ya que país se construye día a día. Se ha avanzado desde entonces –qué
duda cabe–, pero es necesario seguir haciéndolo, pues viejos problemas aún subsisten
y nuevos han aparecido.
La
desigualdad social, problema de largo aliento, parece no tener solución, pues
la brecha entre ricos y pobres aumenta día a día. Según informes de la OCDE, San
Fernando y Rancagua son las ciudades donde más ha crecido la pobreza entre 2006
y 2011, ubicándose en los puestos 17 y 20 respectivamente, de las 26 ciudades
examinadas, y entre las 10 donde más ha crecido la pobreza en los últimos 5
años. Esto se debe a las migraciones de familias pobres y a la
precariedad de las condiciones laborales. De acuerdo a estudios de la Fundación
Sol el 50% de los rancagüinos gana menos de 300 mil pesos mensuales y el 50%
de las mujeres gana menos de 250 mil, por lo que es necesario mejorar el sueldo
y la brecha salarial entre hombres y mujeres. El subempleo aumenta y la externalización de los
servicios también: ha aumentado el subcontrato y el enganche agrícola. El 20%
de los trabajadores rancagüinos son “asalariados falsos”, es decir, no tiene
contrato que formalice su relación laboral.
En
los tiempos de Don Bernardo la agricultura era la actividad predominante, por
lo que aquellos que no poseían tierra para cultivarla tenían que
inevitablemente emplearse en las haciendas para trabajar en las siembras,
cosechas, rodeos o trillas. Esta masa laboral conocida como peones, eran trabajadores jóvenes, pobres y con escasa disciplina, se “enganchaban” sin contrato de trabajo y con bajos
sueldos; la seguridad social era desconocida. Hubo de surgir el movimiento
obrero y campesino a fines del siglo XIX para cambiar dichas condiciones
laborales, de modo que tras doscientos años de movilización popular, negociaciones y debate parlamentario... en fin, con avances y retrocesos, tenemos
aún a trabajadores laborando en condiciones precarias, francamente
decimonónicas. En enero de este año se denunció la explotación y abandono de
200 trabajadores por parte de la empresa Exportadora Verfrut de Las Cabras,
donde sus trabajadores eran obligados a trabajar más de 12 horas diarias y se
les prohibía abandonar la jornada; a quienes osaban renunciar eran puestos en
“listas negras” para evitar su contratación en empresas aledañas. Caso lejos de
ser coyuntural es parte ya de una tendencia. Recordemos en 2011 el juicio a
Francisco Javier Errázuriz por acusación de tráfico de 150 inmigrantes con
fines de explotación laboral (trabajando a destajo y con una comida diaria declaraban las víctimas). La fiscalización es limitada
para contener estos abusos. Para ser sinceros, pareciera ser que en estos casos
el peonaje del siglo diecinueve trabajaba en mejores condiciones que el obrero rural
actual.
Nuevos
problemas arrecian hoy a la Región de O‘Higgins. En 1814 la villa de Rancagua,
no sufría problemas de contaminación de tipo alguno, la escasa población poco impactaba a la villa como para
afectar el equilibrio del ecosistema. Dicha situación cambió para el Centenario
Nacional en 1910, ya que por entonces se inicia un desarrollo industrial que impacta a
la ecología urbana produciendo residuos contaminantes, mientras que en ranchos y conventillos sus habitantes no poseían equipamiento urbano adecuado, lo que se tradujo en una alta tasa de moratalidad infantil. Desde 1906 la mina El Teniente inicia su producción
cuprífera provocando un impacto ambiental sensible hasta el día de hoy con la emisión de residuos. La contaminación
atmosférica toma caracteres gravísimos para
los ciudadanos. Según el último Informe de la Organización Mundial de la Salud
(OMS) la ciudad más contaminada de Chile es Rancagua junto a Chillan y Temuco. El
uso de calefacción con leña seca y quemas agrícolas, polución de la minería de
El Teniente, parecen ser las principales fuentes de contaminación. Esto provoca en época invernal graves enfermedades respiratorias,
y a largo plazo muertes por infartos y ataques cerebrales. Es por tanto
necesario tomar medidas que ayuden a prevenir y mitigar los impactos
ambientales. Se han hecho esfuerzos al respecto, es verdad, pero ello no ha
sido suficiente por lo que acciones más enérgicas deben tomarse.
Desde que se firmó el acta de Independencia de Chile en
1818, la forma de organización del país
estuvo siempre en debate. De acuerdo a la visión política de O‘Higgins era
necesario un gobierno fuerte mientras se aseguraba la independencia nacional,
bosquejando así los lineamientos del futuro centralismo que subsiste hasta el día de hoy. Sin embargo en 1823, por la
presión de sus opositores y las Provincias, el prócer tuvo que autoexiliarse al
Perú donde vivió alejado de la política hasta el día de su muerte. Distintas a las ideas del prócer, hoy las
propuestas de regionalización, a propósito de la próxima ley de descentralización, parten desde ya mal formuladas, esto es: surgen desde la capital y no de las regiones. Por lo dicho es
necesario integrar la opinión de los propios ciudadanos en el diseño de dicho proyecto. Temas tales como la elección
democrática del Intendente, la captación e inversión de los recursos
regionales, la instalación de una Universidad Regional, la mayor participación
popular en las decisiones locales o la contención de profesionales y técnicos
en la región, son algunos de los asuntos a debatir ahora. A corto plazo la idea más potente es la
instauración de una Universidad regional del Estado. Recordemos que ya se han
instalado iniciativas parecidas con un rotundo fracaso por la fuga de
estudiantes y las bajas matriculas, aunque recordemos también que las
universidades instaladas eran privadas y caras. Una universidad regional debe
velar, en primer lugar, por el progreso regional creando capital humano acorde
a la orientación productiva y cultural de la región e incentivar programas de
investigación en esta materia, asegurando la gratuidad o, a lo menos, aranceles
razonables que no comprometan el bolsillo de las familias de la región.
Lo descrito es un cuadro sucinto y
fragmentado de la actualidad regional, pero que representa una
realidad concreta. El pasado, por tanto, tiene una franca repercusión en el
presente que no debemos desconocer. Como decía el poeta Huidobro en el
fragmento citado, O’Higgins no bajara de su caballo a solucionar nuestros
problemas. Como ciudadanos debemos nosotros tomar las riendas del destino para construir el futuro que
queremos. Pero para construir ese futuro debemos examinarnos honesta y
críticamente, pues tener una imagen idealizada de la realidad puede llevarnos por
caminos equivocados. Por lo dicho, el bicentenario de la Batalla de Rancagua no
debe ser sólo una conmemoración contemplativa, sino que debe tener además un
carácter propositivo que plantee compromisos a corto y largo plazo.
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