jueves, 9 de febrero de 2017

Veraneando a la antigua en la Región de O'Higgins

Por Cristian Urzúa Aburto
Publicado en Tell Magazine, Edición Enero 2017

El concepto de vacaciones lo podemos definir como un desplazamiento temporal con fines de esparcimiento que surge en las sociedades industrializadas, asociado al surgimiento de la burguesía y las clases medias, cuya  prosperidad económica posibilitó tiempos de ocio. El turismo alcanza masividad cuando los obreros, en el marco de su lucha por mejores condiciones de trabajo, logran el descanso dominical y vacaciones anuales. De esta forma, ante el constante ajetreo de la vida urbana, el deseo de escapar de la presión y relajarse se hizo cada vez más necesario.

Playa de Pichilemu hacia 1912
Como condición previa del desarrollo del turismo en Chile era necesario crear una estabilidad social y política durante el período republicano, asegurando los caminos de los bandidos que tan frecuentemente caían sobre los viajeros. También fue necesario el desarrollo de una infraestructura vial que permitiese rápidos desplazamiento de norte-sur y del valle a la costa, lo que se logró con la construcción del ferrocarril al sur y el ramal de San Fernando a Pichilemu. Con la aparición de vehículos motorizados desde la década del 1920 y la construcción de carreteras de alta velocidad a mediados del siglo XX, se generarán desplazamientos más fluidos.

Una primera expresión del turismo en la zona son los baños en las Termas de Cauquenes o las Termas del Flaco, que desde tiempos remotos, coloniales, ofrecían sus aguas para fines medicinales. Desde mediados del siglo XIX tenemos noticia de que los habitantes del valle central (Rancagua, San Vicente, San Fernando, Santa Cruz) realizaban el tradicional viaje a la costa. Las familias preparaban sus carretas, enyugaban los bueyes y partían rumbo a la playa a casa de familiares, los llamados “costinos”, o bien, los más pudientes se alojaban en los nacientes hoteles rivereños.

Con la aparición del ramal a Pichilemu en 1926 estos viajes se hicieron más constantes. Estos incipientes turistas llevaban pan amasado, huevos duros, fiambres y humitas; en la playa y el campo realizaban asados de carneros o cazuelas, con su infaltable botella de vino, mientras entonaban cantos y se bailaba la cueca. Desde la década de 1950, estos viajes fueron realizados en buses comerciales. Así, en el sector costero, en particular su balneario histórico Pichilemu, se convirtió en una zona de veraneo por excelencia para los habitantes de la sexta región. Primero, de las clases altas, luego, de clase media y popular, que atraídos por la belleza de sus rincones van colonizando el lugar.

Como reconocida zona campesina, el turismo rural no podía estar ausente, rescatando la cultura y el folclor tradicional de los pueblos y su gente. En las viejas guías de viaje, podemos ver que se recomendaban lugares como Chimbarongo, Doñihue o lo media luna de Rancagua como hitos de interés. Estos pequeños poblados presentan ese encanto rural y tradicional del chile central donde se podría encontrar al típico huaso, escuchar tonadas campesinas o degustar cazuelas de auténtica gallina de campo. El carácter histórico de esta zona es en sí una forma de atractivo turístico, aquel encanto colonial de sus pueblitos que albergan una amplia gama de edificios históricos coloniales y republicanos.

La región de O‘Higgins, pues, ofrecía las más variadas alternativas veraniegas, al alcance de todos los gustos y bolsillos, para pasar el calor en los más bellos paisajes que ofrece esta singular geografía del valle central chileno.


No hay comentarios:

Publicar un comentario