En la provincia de Colchagua, con la reforma electoral de 1874, por primera vez participó en las
elecciones el mundo popular al excluirse el requisito de riqueza para poder
votar. Esto produjo un interesante fenómeno: capitalistas, terratenientes,
profesionales y comerciantes (que hasta entonces habían monopolizado el
universo electoral) disminuyeron porcentualmente seis veces su participación a
favor de campesinos, artesanos y obreros, es decir, el estrato popular tenía el potencial de determinar el resultado de las elecciones. Dado este fenómeno, el panorama de
elecciones dio un giro copernicano. Los candidatos y sus partidos tuvieron que realizar una
activa labor propagandística por medio de pasquines, giras y conferencias para ganarse a esta nueva masa electoral.
Una fracción, la más
ilustrada del mundo popular, había luchado por largo tiempo por obtener este
derecho, pero los terratenientes, reacios a ceder una gota de su poder ejercieron
el cohecho y el fraude electoral, persiguiendo, encarcelando y violentando a
los opositores, negándoles así su derecho a sufragio. A pesar de ello, frente
a toda adversidad, estos hombres lucharon por ejercer su voto en libertad.
La expansión de los medios de comunicación -sobre todo la imprenta- dotó
de un nuevo de instrumento a los partidos para influir en la consciencia
y conducta de la nueva ciudadanía. La
información/desinformación, la exposición de las virtudes del candidato o la
denigración de los opositores son los mecanismos discursivos a los que apelan
los grupos de poder para ganar la preferencia del
público. El ferrocarril y el mejoramiento de los caminos produjeron una mayor
movilidad espacial lo que le permitió a los políticos desplazarse por la región
haciendo “giras” con su equipo de agentes y oradores profesionales.
A quienes no se encontraban supeditados a la autoridad como los profesionales,
comerciantes, artesanos o gente distante a los centros de influencia política,
se les aplicaba la presión, persuasión y propaganda. Por consiguiente, los
recursos invertidos por los partidos en publicidad fueron cuantiosos y
buscaban, de un lado u otro, influir en las decisiones del mundo popular. Esto
se ejemplifica en que durante las vísperas de elecciones salían siempre
pequeños periódicos de corta duración propiciando la propaganda política. Para
las elecciones de diputados de 1876, la propaganda electoral se manifestaba en
peregrinaciones en diversos puntos de la provincia colchagüina Un periódico de
San Fernando sostenía que: “La emigración para las costas se está dejando
sentir de una manera notable, y parece que esta vez, emigraron muchos emisarios
políticos de todos los partidos independientes, con el fin de colocar en
amarillos aprietos a la gente costina. Ya están haciendo las maletas algunos
propagandistas, llevando en sus carteras los nombres de los ciudadanos
costinos”.
Por su lado, los empleados municipales, los subdelegados, regidores y
jueces hacían “campaña” a favor del gobierno influyendo sobre extensas masas de
votantes desde sus puestos de autoridad. La
prensa denunciaba esta situación sosteniendo el cómo estos sujetos actuaban
como caudillos reuniendo al bajo pueblo para apoyar a sus candidatos y
boicotear a los opositores. De esta manera, todo el aparato burocrático se ponía en
marcha para favorecer sus intereses partidarios. Esto era conocido como la "maquinaria electoral".
Hoy, el proceso de votación se encuentra mucho más resguardado permitiendo una mayor transparencia en el ejercicio del sufragio, de modo que cada ciudadano puede ejercer efectivamente su derecho sin preocupación a una represalia o fraude electoral.
Hoy, el proceso de votación se encuentra mucho más resguardado permitiendo una mayor transparencia en el ejercicio del sufragio, de modo que cada ciudadano puede ejercer efectivamente su derecho sin preocupación a una represalia o fraude electoral.
Cristian Urzúa Aburto
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