René Leiva Berrios.
1986.
129 páginas.
Impresos Offset. Rancagua.
1o edición de 500 ejemplares.
El libro que en esta ocasión reseñaremos
pertenece a René Leiva Berrios, profuso escritor rancagüino, que compila cuatro
monografías relativas a la zona de Rancagua y sus alrededores. De partida cabe
mencionar que esta obra fue declarada “Material didáctico complementario y de consulta
de la educación chilena” y obtuvo la segunda mención honrosa de los juegos
literarios Gabriela Mistral. Estos galardones indican –y doy fe de mi lectura–
que se convierte en una obra fundamental para conocer la historia de esta
ciudad.
Comprende una
colección de escritos históricos sobre la historia de Rancagua, que no obstante
en ocasiones desborda ese espacio describiendo la historia de gran parte de la región
del Cachapoal. No utiliza un “método histórico” ya que su intención es narrar
episodios históricos en un estilo más bien literario, respaldando sus
informaciones en documentación que sin embargo no cita.
Su escrito se divide
en 4 capítulos que narran diversos aspectos de la historia de Rancagua desde
los pueblos originarios hasta la actualidad. Cada parte es un escrito en sí,
pero mantiene una unidad en su orden cronológico que parte desde la época prehispánica
y culmina en el siglo XX.
El capítulo primero
se llama “Zona de Promaucaes”, título que queda corto para describir todo lo que
allí acontece. Narra, por ejemplo, diversos episodios de la historia de Chile:
pincela fragmentos de hechos, lugares y personajes sin un hilo narrativo
uniforme cruzando varios relatos significativos a la historia local. Da cuenta
de la presencia indígena de los Chiquillanes o “Puelches” en la región, destacando
la zona del Cachapoal como límite con el Inca y el español, nos habla de la
“conspiración de los tres Antonios”, del fundo de la Compañía de Jesús que
después pasa a posesión de la familia Correa, del fundo de Cauquenes y su
propietario, el Márquez de Larraín, sobre las termas de Cauquenes, los
baqueanos, los Pincheira, entre otros temas, dando así una pincelada general de
aquellos elementos decisivos que dieron origen a la región.
El segundo capítulo
tiene por nombre “El Acta de Rancagua”. Recordemos que el acta de Rancagua
firmada el 2 de abril de 1820 ratificaba la jefatura de San Martín y la
pertenencia del ejército al pueblo argentino aunque hubiera desaparecido el
Gobierno Nacional. Con la legitimación de la autoridad, San Martín pudo
emprender la expedición libertadora al Perú. Es justamente ésta ciudad el
testigo de ese importante acontecimiento. Sin embargo, el autor deja pocas
páginas para narrar los hechos de los oficiales reunidos en Rancagua y que
dieron origen al acta de 1820. Se cita por ejemplo de forma extensa a los baños
termales de Cauquenes, identificando quienes se habían o no bañado allí para
aliviar su padecer (Ambrosio O’Higgins, San Martín, etc.); dato más bien anecdótico
que de trascendencia histórica y que el autor no supo explotar de manera
adecuada.
El tercer capítulo
llamado “Héroes desde mi pueblo” habla del desarrollo de la Guerra del Pacífico
y el aporte del pueblo de Rancagua.
Parte realizando una
descripción del mundo rancagüino previo a la guerra. Una vez que irrumpe el
conflicto el autor describe la movilización y el clima social en torno al conflicto. Inmediatamente se organizaron reuniones ciudadanas en la plaza para
conocer las informaciones oficiales, a partir de las cuales los vecinos resolvieron
el procedimiento a seguir para apoyar al Ejército. Primero, organizando el
reclutamiento de la tropa y, segundo, la recolección
de fondos para costear los gastos de uniformes, caballares y pertrechos varios.
Lo mismo aconteció en varios pueblos de la región donde se organizaron
distintos batallones como Doñihue, Machalí, Rengo y Codegua. La agricultura e
industrias se ven no obstantes mermadas en su producción por el constante
remisión de hombres a lo largo del conflicto.
Una vez realizada la
recluta del Batallón Rancagüino, este realiza su instrucción y se apertrecha
esperando el llamado a las armas. Dispuesto el decretó de marcha, la tropa
viaja al norte y participa de distintas batallas de la Campaña de la Sierra
(1881-1884), donde Leiva describe las distintas acciones armadas de los
soldados, y enumera a los heridos y los caídos en batalla (entre ellos, algunos
víctimas de la fiebre tifoidea) destacando su bravura y heroicidad en el campo
de batalla. El pueblo de Rancagua, mientras tanto, apoyaba con suministros a
las tropas y realizaba exequias por los caídos.
Con el triunfo
chileno concluye la guerra y los soldados vuelven a su hogar, y para quienes
resultaron lisiados en batalla el Estado fija una pensión mensual. Estos
hombres –dice el autor– serían queridos veteranos de Rancagua, el último de
ellos: Eliseo Reyes, falleció el 25 de septiembre de 1945.
El cuarto capítulo y
final, a mi parecer el más interesante, lleva por título “Tiempo de carretas en
mina El Teniente”. Narra esta parte el desarrollo del trasporte carretero desde
Rancagua hasta la mina el Teniente a inicios del 1900 hasta la construcción del
ferrocarril que terminaría por reemplazarlos. Lanza la hipótesis como los
cateadores, que buscan suerte por los cerros, son contratados por la Braden
Copper Company para acarrear el mineral. Realiza una descripción de la villa de
Graneros y como se convierte en el punto desde el cual se comienza construir el
camino hacia “El Teniente” dando paso a un intenso tráfico cordillerano. Su
estilo logra introducirlo a uno en las rudas faenas del carretero o el
carrilano, en los paisajes cordilleranos y el constante trajín del
trabajo minero que crecientemente comenzaba a ocupar la cordillera, escenario de las alegrías y padecimientos de los trabajadores. El tráfico
carretero termina a fines de 1909 con la inauguración del ferrocarril desde
Rancagua hasta Cachapoal hacia la aldea de nombre Coya. Cabe destacar además
que posee bellas y abundantes fotografías que complementa su narración.
Para finalizar,
diremos que Leiva centra sus ensayos en hitos fundamentales de la historia de Chile,
señalando como estos repercutían en Rancagua y las zonas aledañas. El libro
resulta interesante leerlo pues está bien escrito: con un estilo claro, sencillo
y simpático, logrando introducirnos en aspectos hasta ahora desconocidos de su
historia.
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