viernes, 26 de julio de 2013

Páginas para la Historia de Rancagua



René Leiva Berrios.
1986.
129 páginas.
Impresos Offset. Rancagua.
1o edición de 500 ejemplares.



El libro que en esta ocasión reseñaremos pertenece a René Leiva Berrios, profuso escritor rancagüino, que compila cuatro monografías relativas a la zona de Rancagua y sus alrededores. De partida cabe mencionar que esta obra fue declarada “Material didáctico complementario y de consulta de la educación chilena” y obtuvo la segunda mención honrosa de los juegos literarios Gabriela Mistral. Estos galardones indican –y doy fe de mi lectura– que se convierte en una obra fundamental para conocer la historia de esta ciudad.
Comprende una colección de escritos históricos sobre la historia de Rancagua, que no obstante en ocasiones desborda ese espacio describiendo la historia de gran parte de la región del Cachapoal. No utiliza un “método histórico” ya que su intención es narrar episodios históricos en un estilo más bien literario, respaldando sus informaciones en documentación que sin embargo no cita.
Su escrito se divide en 4 capítulos que narran diversos aspectos de la historia de Rancagua desde los pueblos originarios hasta la actualidad. Cada parte es un escrito en sí, pero mantiene una unidad en su orden cronológico que parte desde la época prehispánica y culmina en el siglo XX.
El capítulo primero se llama “Zona de Promaucaes”, título que queda corto para describir todo lo que allí acontece. Narra, por ejemplo, diversos episodios de la historia de Chile: pincela fragmentos de hechos, lugares y personajes sin un hilo narrativo uniforme cruzando varios relatos significativos a la historia local. Da cuenta de la presencia indígena de los Chiquillanes o “Puelches” en la región, destacando la zona del Cachapoal como límite con el Inca y el español, nos habla de la “conspiración de los tres Antonios”, del fundo de la Compañía de Jesús que después pasa a posesión de la familia Correa, del fundo de Cauquenes y su propietario, el Márquez de Larraín, sobre las termas de Cauquenes, los baqueanos, los Pincheira, entre otros temas, dando así una pincelada general de aquellos elementos decisivos que dieron origen a la región.
El segundo capítulo tiene por nombre “El Acta de Rancagua”. Recordemos que el acta de Rancagua firmada el 2 de abril de 1820 ratificaba la jefatura de San Martín y la pertenencia del ejército al pueblo argentino aunque hubiera desaparecido el Gobierno Nacional. Con la legitimación de la autoridad, San Martín pudo emprender la expedición libertadora al Perú. Es justamente ésta ciudad el testigo de ese importante acontecimiento. Sin embargo, el autor deja pocas páginas para narrar los hechos de los oficiales reunidos en Rancagua y que dieron origen al acta de 1820. Se cita por ejemplo de forma extensa a los baños termales de Cauquenes, identificando quienes se habían o no bañado allí para aliviar su padecer (Ambrosio O’Higgins, San Martín, etc.); dato más bien anecdótico que de trascendencia histórica y que el autor no supo explotar de manera adecuada.
El tercer capítulo llamado “Héroes desde mi pueblo” habla del desarrollo de la Guerra del Pacífico y el aporte del pueblo de Rancagua.
Parte realizando una descripción del mundo rancagüino previo a la guerra. Una vez que irrumpe el conflicto el autor describe la movilización y el clima social en torno al conflicto. Inmediatamente se organizaron reuniones ciudadanas en la plaza para conocer las informaciones oficiales, a partir de las cuales los vecinos resolvieron el procedimiento a seguir para apoyar al Ejército. Primero, organizando el reclutamiento de la tropa y, segundo, la recolección de fondos para costear los gastos de uniformes, caballares y pertrechos varios. Lo mismo aconteció en varios pueblos de la región donde se organizaron distintos batallones como Doñihue, Machalí, Rengo y Codegua. La agricultura e industrias se ven no obstantes mermadas en su producción por el constante remisión de hombres a lo largo del conflicto.
Una vez realizada la recluta del Batallón Rancagüino, este realiza su instrucción y se apertrecha esperando el llamado a las armas. Dispuesto el decretó de marcha, la tropa viaja al norte y participa de distintas batallas de la Campaña de la Sierra (1881-1884), donde Leiva describe las distintas acciones armadas de los soldados, y enumera a los heridos y los caídos en batalla (entre ellos, algunos víctimas de la fiebre tifoidea) destacando su bravura y heroicidad en el campo de batalla. El pueblo de Rancagua, mientras tanto, apoyaba con suministros a las tropas y realizaba exequias por los caídos.
Con el triunfo chileno concluye la guerra y los soldados vuelven a su hogar, y para quienes resultaron lisiados en batalla el Estado fija una pensión mensual. Estos hombres –dice el autor– serían queridos veteranos de Rancagua, el último de ellos: Eliseo Reyes, falleció el 25 de septiembre de 1945.
El cuarto capítulo y final, a mi parecer el más interesante, lleva por título “Tiempo de carretas en mina El Teniente”. Narra esta parte el desarrollo del trasporte carretero desde Rancagua hasta la mina el Teniente a inicios del 1900 hasta la construcción del ferrocarril que terminaría por reemplazarlos. Lanza la hipótesis como los cateadores, que buscan suerte por los cerros, son contratados por la Braden Copper Company para acarrear el mineral. Realiza una descripción de la villa de Graneros y como se convierte en el punto desde el cual se comienza construir el camino hacia “El Teniente” dando paso a un intenso tráfico cordillerano. Su estilo logra introducirlo a uno en las rudas faenas del carretero o el carrilano, en los paisajes cordilleranos y el constante trajín del trabajo minero que crecientemente comenzaba a ocupar la cordillera, escenario de las alegrías y padecimientos de los trabajadores. El tráfico carretero termina a fines de 1909 con la inauguración del ferrocarril desde Rancagua hasta Cachapoal hacia la aldea de nombre Coya. Cabe destacar además que posee bellas y abundantes fotografías que complementa su narración.
Para finalizar, diremos que Leiva centra sus ensayos en hitos fundamentales de la historia de Chile, señalando como estos repercutían en Rancagua y las zonas aledañas. El libro resulta interesante leerlo pues está bien escrito: con un estilo claro, sencillo y simpático, logrando introducirnos en aspectos hasta ahora desconocidos de su historia.

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